REPORTAJE

Convivencia en Santa Mariña

photo_camera Una de las actividades que se desarrollan en la residencia Santa Mariña de Xinzo de Limia.

La residencia de ancianos de Santa Mariña, en Xinzo de Limia, recibió la visita de ocho internos de otra de las instituciones de la Fundación San Rosendo, la de Santa Mariña de Augas Santas. Fue una tarde de convivencia. 

Nos pasamos la vida anhelando arrancar hojas al calendario. De pequeños queremos madurar; a medida que maduramos, deseamos alcanzar la madurez..., y, ya algo cansados, con la mediana edad pretendemos que la hora de la jubilación se anticipe lo suficiente para permitir disfrutar de la vida. En ese momento, creemos intuir que el reloj se frena y cada segundo dura el doble. Pero, quizás, una vez más, estemos completamente errados. Porque una hora de charla con algunos de los ancianos -y no tanto- de la residencia San Mariña de Xinzo de Limia hace salir de ese craso error y tomar la existencia, nada más salir del centro, un poco más despacio.

Como así asegura Rosa Cid, vecina de Allariz pero ahora encantada en la capital limiana. "A min os días pásanseme rapidísimo". La de ella, como la de otros muchos, es toda una historia de best seller. Seguro que si los ocho inquilinos por unas horas llegados desde el centro de internos de Santa Mariña de Augas Santas -la Fundación San Rosendo, propietaria de ambas instalaciones, organiza de manera habitual convivencias entre unos y otros, buscando además de la socialización de sus respectivos residentes, introducir algo de chispa en la rutina habitual de funcionamiento de las residencias- pudiesen hablar -todos presentaban algunha deficiencia psíquica-, se mostrarían encantados de pasar unas horas lejos de su sempiterna ubicación. 

La misma impresión transmiten los usuarios anfitriones en la tarde del pasado miércoles en la calle Ladeira. Es habitual que se realicen este tipo de encuentros. Fijo es el que todos los años en Os Milagros tiene lugar con todos los residentes de cada uno de los centros ourensanos de la Fundación. Como también lo son algunas de las excursiones a la playa entre dos o tres residencias. Cualquiera de esas experiencias permite intercambiar historias, como una hora extensa de charla y a cubierto con algunos de los residentes. A la mujer que se le pasaba el tiempo muy rápido, Rosa Cid, ahora incluso le va más veloz. Acaba de adquirir una silla eléctrica que le permite desplazarse por las calles de Xinzo con mucha mayor movilidad. Habla por los codos, con una sencilla simpatía y unas ganas de cuerda que le han llevado a iniciar su formación.

"Mi situación, cuando nací, me impedía ir a la escuela, algo me llegaron a enseñar en casa, pero ahora tengo aquí a mi profesora particular -en referencia a Merche, la animadora del centro, que ha conseguido ilusionar a una joven -de espíritu- de 71 años en su formación y en la lectura". 

Ha hecho buenas migas con una oriunda de Xinzo de Limia, que ha optado, tras enviudar y enfermar, por trasladarse de la avenida de Ourense -"eu xa non quería pasar as noites soa"- a la calle Ladeira, 16. Rosalía habla menos que Rosa -"ela faino polos codos, non deixar falar"-, pero ambas tienen la especial sintonía que les permite incluso salir de compras juntas. Parece que la vida se para, pero no, sigue, "e demasiado rápido", concluye Rosa.

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