Opinión

La deriva autoritaria de Erdogan

La reforma constitucional emprendida por el presidente de Turquía, Recep Tayipp Erdogan, que le va a conferir, de ser aprobada, poderes prácticamente omnímodos y el control de los tres poderes del Estado, aleja a su país de la posibilidad de entrar en la Unión Europea, un proyecto en el que además del país euroasiático estaban comprometidas otras naciones que apoyaban esa iniciativa, pero que a la vista de la involución que se ha producido será más difícil de defender por cuanto ha entrado en una deriva autoritaria, acentuada desde el fallido golpe de Estado del pasado año.

 Erdogan, que llegó al poder como un islamista moderado, ha comenzado desde hace unos años a enseñar su verdadero rostro y en lugar de encaminar a Turquía hacia una democracia laica y liberal, sus normas cada vez están más apegadas a una concepción de la vida pública y privada relacionada con los mandamientos del Islam, mientras que sigue sin resolver el problema con los ‘turcos de la montaña’, los kurdos, a los que también ha tratado de maniatar políticamente en el Parlamento de Ankara, mientras que ha vuelto a recrudecerse el enfrentamiento entre la guerrilla del Partido de los Trabajadores Kurdos y el ejército del país, con sus secuelas de enfrentamientos, muertes y represión.

La reforma constitucional emprendida por Erdogan le permitirá no solo nombrar y destituir miembros del Gobierno, sino gobernar por decreto y evitar que sus decisiones pasen por el Parlamento, y se arroga además el derecho de nombrar a doce de los quince miembros del Tribunal Constitucional que deben dirimir los contenciosos entre el Ejecutivo y el Legislativo, de tal forma que dada la mayoría absoluta de que dispone el islamista Partido Justicia y Desarrollo (AKP), que dirige de hecho, va a controlar todos los resortes del poder.

Por el momento, la única luz al final del túnel que se vislumbra es que los artículos aprobados en el Parlamento, no han alcanzado la mayoría suficiente para evitar que se produzca un referéndum sobre la reforma constitucional, aunque dado el equilibrio de fuerzas en Turquía es muy posible que sea aprobado en una consulta que Erdogan quiere que tenga lugar el próximo 6 de abril.  

Entretanto, Turquía se ha acercado a Rusia para coordinar sus ataques aéreos contra el Estado Islámico en Siria, pero no deja de mostrar su malestar por el papel que desarrollan los ‘peshmergas’ kurdos en la lucha contra los yihadistas en Iraq y su cada vez mayor autonomía en el norte de este país, ante la posibilidad de que se instale allí un cuasiestado, que vislumbra como una amenaza sobre su propio territorio. Y si la comunidad e internacional no ha puesto el grito en el cielo ante la deriva autoritaria de Erdogan es porque Turquía sigue haciendo de tapón para evitar la entrada de decenas de miles de refugiados en la Unión Europea.      

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