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El agua es salud

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photo_camera Dos niños bebiendo agua.

Recomendaciones para estar bien hidratado en verano

Ahora que entramos en una época de altas temperaturas conviene tener presente que nuestro organismo siempre necesita estar bien hidratado y que esa necesidad aumenta en la época estival, para compensar las pérdidas de agua que se producen, entre otras causas, por el calor y el aumento de la sudoración. Si no bebemos lo suficiente, pueden aparecer problemas de deshidratación que afectan a nuestra salud, provocando trastornos funcionales y metabólicos cuyas consecuencias se agravan en el caso de los niños y de los ancianos.

El agua es el componente principal de nuestro cuerpo y su proporción va disminuyendo a lo largo de nuestra vida. En los primeros 6 meses representa el 75 % del peso corporal y a partir de los 50 años desciende al 55 %, siendo siempre los valores algo más bajos en el sexo femenino. Para mantener estos porcentajes es necesario ingerir diariamente una cantidad adecuada de agua, que puede proceder directamente de las bebidas o ser aportada por los alimentos. 


Funciones del agua


El agua realiza diferentes funciones en el organismo y de hecho, prácticamente todos los procesos metabólicos y fisiológicos solo discurren con normalidad en un ambiente acuoso. 

En el aparato respiratorio actúa hidratando las mucosas, garganta, bronquios y pulmones; también se lleva disueltas las toxinas y otros desechos depurados por los riñones; en el aparato digestivo favorece la absorción y disolución de nutrientes, facilita la digestión y activa las enzimas digestivas, y actúa como lubricante en los músculos y articulaciones. En el cerebro es importante para la capacidad de concentración y la memoria ya que los efectos de la deshidratación afectan al rendimiento mental, porque el cerebro es especialmente sensible a los pequeños desequilibrios hídricos. 

También es muy importante para el rendimiento físico, influyendo sobretodo en el trabajo aeróbico (la perdida de tan solo un 1 % del nivel de agua en el peso corporal, se traduce en un aumento de la temperatura corporal durante el ejercicio). Además, la deshidratación también altera la función cardiovascular provocando un aumento de las pulsaciones cardíacas. En situaciones extremas como ocurre p.ej., cuando se produce una pérdida de agua superior al 10 % del agua corporal total, el riesgo vital se dispara y hay que acudir con urgencia a un centro hospitalario, para recuperar a las personas afectadas por la deshidratación.

Fisiológicamente la cantidad de agua o líquidos que ingerimos está regulada por la sed, aunque puede haber enfermedades (p.ej., diabetes) que aumentan la necesidad de beber. Esa necesidad varía con las personas, las condiciones ambientales y el tipo de actividad y como norma general, se puede decir que la ingesta de líquidos debe ser suficiente para compensar las pérdidas diarias de agua por parte de nuestro organismo, que se producen fundamentalmente por la orina -1.500 ml-, las heces, la transpiración a través de la piel y la respiración. La sensación de sed aparece cuando el organismo ha perdido alrededor del 10 % de sus reservas hídricas. Es muy importante reponer rápidamente esa agua perdida para evitar que se produzca la deshidratación, que puede estar agravada por las condiciones del ambiente (temperaturas por encima de 30 °C, exposición solar excesiva), laborales (trabajo en ambientes calurosos y con elevada humedad, ejercicio intenso…) o en determinados estados fisiológicos (edad, vómitos, diarreas, uso de diuréticos, fiebre, ingesta excesiva de alcohol…). 

El Libro blanco de la hidratación indica que los niños de entre 1 y 8 años deben de ingerir 1,3 litros de agua, que se doblan en el caso de los adultos (3 litros los varones y 2,2 litros las mujeres). Estas cantidades deben modificarse en función del nivel de actividad física (intensidad y tiempo) y de las condiciones ambientales. Además, es conveniente que se beba en intervalos regulares (300 ml aproximadamente cada 2 horas), con pequeños sorbos y que la bebida esté a una temperatura de entre 10-15 °C para facilitar su absorción.


Conclusión


Aunque en todas las bebidas el constituyente mayoritario es el agua, no todas contribuyen de igual manera a la hidratación del organismo, porque también influye la mayor o menor concentración de azúcar que contengan.  Aunque el agua contenida en las bebidas se absorbe mayoritariamente a nivel de la mucosa intestinal, la velocidad de la absorción depende del vaciado gástrico y del contenido en azúcares de la bebida y se puede decir que, en general, cuanto más azúcar contenga una bebida más tardará el agua de esa bebida en incorporarse al torrente circulatorio. La recomendación general es que se limite la ingesta de bebidas azucaradas a un máximo de 1 ración al día (250 ml). Por tanto, la mejor opción para la hidratación es siempre el agua y/o las infusiones sin azúcar.

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