Opinión

El melón del futuro

El primer peaje que Mariano Rajoy ha tenido que pagar para establecer una alianza con la que combatir el secesionismo catalán ha sido la promesa efectuada al PSOE de que en seis meses abriría el melón de la reforma  constitucional, un trabajo complicado y cuajado de espinas que sin embargo no es imposible. Otra cosa es que sea adecuado hacerlo. A los socialistas les ha costado un esfuerzo ímprobo abandonar las palabras huecas con las que Pedro Sánchez ha construido su discurso para pasar a los hechos, y como en esta deleznable política que se practica hoy, la primera regla es la del “quid pro quo”, el primer partido de la oposición le ha arrancado al jefe del Ejecutivo ese compromiso. El inicio del debate para la reforma de la Constitución. No creo que sea lícito negarse a reflexionar sobre un texto que lleva sirviéndonos desde 1978 pero tampoco creo que deba modificarse por el mero hecho de hacerlo. Para entendernos, este ataque frontal protagonizado por los independentistas catalanes que se ha manifestado con una intensidad no vista antes, ha chocado frontalmente con la España que se protege con las normas que determinan el Estado de Derecho y esas normas son posibles gracias a la Constitución. Por lo tanto, y para poder hincare el cuchillo a ese melón al que nos estábamos refiriendo hay que partir del respeto. El escrupuloso respeto debido a un texto elaborado desde las bases de la generosidad y la lealtad. Un texto con el que hemos edificado todos juntos una España mejor, más libre, más justa y más digna. Un texto que nos ha servido lealmente durante casi cuarenta años.
Modificar la Constitución no es una tarea sencilla especialmente desde el punto de vista estrictamente administrativo. Pero se puede hacer y la propia Constitución ofrece herramientas para hacerlo. Sospecho que el extremo más complejo de esta operación es el aspecto político y es ahí donde los partidos a este lado de las alambradas deben hacer un esfuerzo para aplicase a la tarea sin trabas ni presupuestos predeterminados. Los padres de la patria del 78 abordaron la tarea con espíritu de sacrificio. Los de ahora deberán dejar viejos rencores en el umbral, quitarse los zapatos y entrar en el debate desnudos como los hijos de la mar. Sabiendo qué hay que modificar y haciéndolo con honradez y magnificencia.

Personalmente no tengo claro ni mucho menos en que aspectos hay que meterle mano a nuestra ley de leyes pero acepto “reforma constitucional” como animal de compañía. Sin embargo, y aceptando esta primera premisa, exijo también que esta reforma se haga de manera honesta.

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