Opinión

En el túnel

Es probable que usted tenga la sensación de que las listas de optantes a las elecciones son siempre una improvisación de última hora. En las semanas previas al cierre de las candidaturas se producen todo tipo de barullos, de encuentros y desencuentros, de oportunismos, servidumbres y odios sarracenos (con perdón para los árabes), trasvases e infidelidades, amores infinitos y traiciones inesperadas… La confección de las listas es el espectáculo más apasionante de todos cuantos pululan por el panal de la vida partidista.

Y el remedio me parece verlo muy lejos porque este proceso es un túnel. Imagínelo estrecho e infinito, con centenares de puertas a los lados, unas con siglas, otras con números, otras con incógnitas, otras con emoticonos burlones o perversos… y observe como, quienes pretenden entrar en una lista, corren por él buscando la puerta de su interés. Vea como entran y salen por ellas, como discuten por colarse donde los números principales ofrecen mejores promesas, como cambian de siglas y tropiezan o tratan de retroceder inútilmente, como se laceran, como son tentados o cazados a lazo… 

Es evidente que de casi nada sirve el mecanismo de las primarias, que los intereses de partido suelen estar por encima de las capacidades o de la idoneidad de las personas optantes y que, en la mayoría de los casos, lo verdaderamente importante es el objetivo de cazar votos con cualquier tipo de red. Un lamentable espectáculo, como el que está dando Ciudadanos con los pucherazos y fichajes de dudosas cualidades éticas, o esos personajes populares que huyen del PP de Casado oliendo la peste de la derrota, o ese otro de un prófugo de la justicia manipulando las listas del PDeCAT para salvaguardar sus intereses particulares…

No, esas carreras por el túnel no son privativas de los partidos de derechas. En la izquierda también cuecen otras habas. Vean ahí como en Podemos juegan al escondite zancadilleando cuanto no se corresponde con la ambición de Pablo Iglesias para alcanzar el cielo de la Moncloa; o como la IU de Garzón se ha bunkerizado en los sótanos de UP para rebañar unos escaños, olvidando la identidad heredada del PC histórico; o como Pedro Sánchez después de darle el pañuelo a la militancia se lo quita antes de que puedan limpiarse los mocos de las divisiones internas. 

Sí, estoy totalmente de acuerdo con que los líderes tienen derecho a elegir y promocionar a quienes están en consonancia con su proyecto político. Y comprendo, como la mayoría de la ciudadanía, que las servidumbres y los mecanismos imperfectos de todas las organizaciones son poderosos elemento a la hora de marcar la senda hacia el poder. Y es una fortuna que los partidos pretendan ser menos monolíticos y piramidales y que la transparencia sea algo más que un lema.

Pero, por lo mismo, duele ver cómo tras los cristales recién puestos son más importantes las peleas personales que los objetivos sociales. El túnel que lleva a las listas de estas apresuradas elecciones generales nos está ofreciendo un espectáculo lamentable. Es la gota que rebosa en el vaso del cansancio de los espectadores, a quienes les corresponde acercarse a las urnas y decidir con su voto. O los partidos serios ponen harmonía en este desconcierto o pronto veremos como al final del túnel siempre aguarda la reacción totalitaria.  

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