Opinión

En las orillas del Sar

Cualquier político puede quedar en ridículo en el intento desesperado de conquistar apoyo electoral, pero resulta preocupante que no tenga memoria e incurra en errores sonados. Al presidente Feijóo le acompañará siempre la imagen intentando apagar un incendio durante el verano de 2006 con una manguera de chorro flojo, calzando mocasines y vestido como si estuviese de paseo por la madrileña calle Serrano en vez de en un monte en llamas de la provincia de Pontevedra. El entonces candidato a la Xunta pretendía denunciar con la foto la política antiincendios del Gobierno bipartito y resultó quemado, aunque tres años después se sentó en San Caetano gracias al precio de una sillas y al coste de la reforma de la sala en la que se reúne con su actual equipo de Gobierno. 

Esa historia la sabe bien Agustín Hernández o tendría que saberla. El exconselleriro de Medio Ambiente, Territorio e Infraestruturas, exalcalde de Santiago y en la actualidad candidato del PPdeG para recuperar la silla en Raxoi, no podrá sacudirse la foto que buscó el miércoles pasado para denunciar el estado del río Sar porque todavía no se ha construido la depuradora. Esta situación podría acarrear multas, además de perder la subvención de la Unión Europea. A Hernández, más sólido con el traje de técnico que con el de candidato, no se le ocurrió mejor idea que rebuscar plásticos y basura en la margen del río para arrojarla al cauce una vez obtenida la imagen que buscaba. Con lo fácil que hubiese sido llevar una bolsa para recoger los desperdicios o echar mano de Rosalía de Castro y su último poemario 'En las orillas del Sar' para conseguir el efecto pretendido. Claro que para eso hay que tener memoria o haber leído a Rosalía.  

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