Opinión

"Este libro no habla"

Cuatro décadas después de seguir el consejo paterno de no prestar libros ni discos a los amigos para evitar malentendidos, la imagen del trastero abarrotado con más papel del que será capaz de leer en lo que le queda de vida despertó una sensación de añeja mezquindad. Como penitencia por las disculpas falsas para no compartir música o literatura con los colegas eligió una colección de tebeos para regalársela al churumbel de los vecinos. 

La emoción inicial del párvulo reconfortó su ánimo durante unos segundos, el tiempo que perduró la sonrisa en su cara. "No habla", comentó el rapaz mientras pasaba el dedo por una de las viñetas. Utilizó el mismo gesto para intentar cambiar de página y después volteó el tebeo pero no encontró la ranura de las pilas. "No sé qué carallo les enseñan ahora en la guardería", masculló mientras le explicaba al cativo como se pasan las hojas de un tebeo. Al chaval le dejó de gustar el regalo. 

El tesoro del conocimiento ha cambiado de soporte y su biblioteca acumulará polvo en el trastero hasta que el suyo se almacene en el cementerio y los herederos manden todo a la basura sin importarle el esfuerzo para aumentar una costosa colección de enciclopedias. Y están los amigos perdidos por no prestar ese libro que estaba de moda, pero se consoló pensando que también te pueden salir rana. Como el caso del fulano al que juzga la Audiencia de A Coruña por robar 4.000 euros de la hucha de los hijos de un amigo íntimo a los que cuidaba en ocasiones, quedarse con 600 euros de unas vacaciones e intentar estafarlo en la compraventa de una vivienda. El denunciado sólo reconoció ante la acusación del fiscal que el asunto se le había ido de las manos. Un jeta de libro.

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