ECONOmÍA

El euro, la asignatura más urgente

photo_camera Sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort (Alemania).

Los cambios que se avecinan en una Europa envejecida que deberá echar mano de la inmigración –sí o sí– exigen unos deberes previos de los que en España, ocupada en otros asuntos, apenas se está hablando.

 

El principal problema del continente europeo, a corto, medio y largo plazo, es que pierde población. En 1900 representaba el 25% de la población mundial, hoy equivale al 4%, seis veces menos. Son datos del Libro Blanco sobre el Futuro de Europa con escenarios hasta 2025, prologado por Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. Según las proyecciones de población de la ONU hasta 2100, los 51 países de Europa pasarán de 738 millones de habitantes en 2015 a 707 millones en 2050 y a 646 millones en 2100; es decir, perderán 88 millones en los próximos 85 años. Por el contrario, la vecina África aumentará su población, desde los 1.186 millones de habitantes en 2015 a los 2.478 millones en 2050 y a los 4.889 millones en 2100. África tendrá, pues, 7,56 veces más población que Europa y solo Nigeria, con 752 millones, tendrá más población en 2100 que toda Europa –incluida Rusia– con solo 646 millones. Por su parte, Asia pasará de 4.393 millones en 2015, a 5.267 millones en 2050 y a 4.889 millones en 2100. América pasará de 992 millones en 2015 a 1.217 millones en 2050 y a 1.221 millones en 2100.
Seguramente esas proyecciones no serán nunca realidad pero lo que sí es cierto es que marcan ya las estrategias de los grandes bloques políticos y económicos, de forma que el planeta sea sostenible, del mismo modo que sus partes. En ese sentido, si alguien tiene que moverse –con estrategia e inteligencia– es Europa. 

Son muchas las cosas a tener en cuenta, entre ellas la edad de la población –en Europa elevada–, la moneda –llamada a perder posiciones frente al empuje del yuan chino– y, por supuesto, la inmigración, ya que mantener el peso relativo de la población de Europa en el mundo terminará dependiendo de la inmigración que reciba de África, pero también de Oriente Medio, de Asia y América Latina, como indica el economista Guillermo de la Dehesa. La posición española sería en este caso convergente con la europea.
Tampoco habría que descartar cambios importantes en los gastos de defensa –relativamente bajos en Europa frente a los de EE UU y China– y los de ayuda humanitaria y al desarrollo, donde Europa es líder y tiene margen para ceder en su posición relativa.

La moneda, el euro, se perfila como el primer objetivo de cambio en Europa, lo cual exigirá vencer los actuales recelos entre Francia y Alemania, cuyo peso político y económico es cada vez mayor. Pero el euro, si no se completa la eurozona, no está seguro, algo que deja en posición de jaque a la propia Unión Europea. La inestabilidad política de Italia –la tercera economía de la zona euro– tampoco ayuda pero no es el factor más decisivo, que sigue en manos de Alemania.

çSobre la mesa está, de hecho, la urgencia de culminar la unión bancaria en la eurozona, con suficientes recursos públicos y compartiendo riesgos. El Mecanismo de Estabilidad Financiera (MEDE) –el fondo de rescate– podría ser la caja de reserva final para cualquier resolución bancaria, siempre que salga adelante este objetivo del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. Vendría a ser uno de los componentes esenciales del Fondo Monetario Europeo que defienden la Comisión Europea y Emmanuel Macron, el presidente de Francia. Se trata de debates con escasa presencia en la vida política española -ocupada en otros menesteres- pero no por ello dejan de ser los grandes asuntos, también para los españoles. 
@J_L_Gomez

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