Opinión

Expulsadas

  

Dice la Real Academia de la Lengua que la definición del vocablo “sistema” es el de “conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a determinado objeto”. Después de participar en una intensa jornada sobre corresponsabilidad organizada por la asociación de Executivas de Galicia tengo casi la certeza de que el sistema laboral está pensado (intencionada o aleatoriamente) para que las mujeres, en algún momento de sus vidas, sean expulsadas o apartadas del mercado del trabajo.

Ya sé que, así dicho, el asunto resuelta heavy  (que me perdonen los catedráticos de la RAE) pero si me siguen en el argumento es posible que estén de acuerdo conmigo (o no, este es un espacio de opinión).

Pongamos, por ejemplo, que Antonia con 24 añitos empieza a trabajar: profesional, con un grado bajo el brazo, incluso con algún máster. Una mileurista como cientos de miles en el país. Como cualquier mujer de su edad quiere formar familia con su novio. Llegado el momento de renovar su contrato laboral, la empresa le pregunta si tiene intención de tener hijos. Claro que tiene la intención, pero Antonia dice que no, que por ahora sólo cuenta su carrera profesional. Pero a los pocos meses se queda embarazada. Ya se pueden imaginar la cara del empresario: Cuatro meses de baja con un contrato por obra… En resumen, Antonia vuelve a casa con el sentimiento de que trabajar y ser madre son tareas incompatibles.

En el caso de María es la famosa brecha salarial y la etiqueta de cuidadora quienes la expulsan del mercado. Los padres son muy mayores, dependientes casi al 100% y alguno de los conyugues debe dejar el trabajo para ocuparse de ellos. ¿Quién? Respondan ustedes mismos a la pregunta del millón: muy simple, el que gane menos. O sea, María. Estos dos ejemplos son el pan nuestro de cada día y hasta que no se cambie este sistema que penaliza a la mujer es muy difícil hablar de igualdad.

Pero durante este interesante foro que Executivas mantuvo en O Grove también descubrí las trampas de una polémica fórmula en caso de divorcios: la custodia compartida.

A priori me parece la solución idónea para un reparto equitativo de la responsabilidad de educar a los menores por parte de los progenitores. Pero su aplicación está condicionada a una relación de respeto y diálogo sereno por parte de ambos, algo que en la mayoría de los casos parece casi un milagro. Es tremendo descubrir que detrás de la reivindicación de los padres de una custodia compartida lo que se esconde es el intento de librarse del pago de una pensión mensual. Habría que insistir en lo que la ley ya estipula que la custodia compartida es un derecho de los menores y no de los padres. Cuando esta fórmula falla, ¿quién asume la custodia?: la madre. Y muchas veces a costa de su puesto de trabajo. Lo dicho, un puzle en el que parece que todas las piezas encajan dejando una imagen: la de la mujer expulsada del sistema laboral.

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