OURENSE NO TEMPO

La historia de Progreso

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photo_camera La calle Progreso en los años 80.

Mi hobby de escudriñar en la historia local, y recopilar todas las viejas imágenes que puedo, me incitan a imaginar un ourense medieval donde niños descalzos corretean por la calle Rapagatos (la actual San Miguel), entre aromas de pescado “fresco”, guisos de conejo y vino tinto del país

Supongo que el cine tiene mucha culpa, el caso es que en ocasiones se nos hace difícil imaginar épocas pasadas en nuestro entorno. A preguntas sobre: ¿Cómo era nuestro Ourense en la época de la conquista del oeste?, o ¿cuando el cancán triunfaba en la noche parisina?, o ¿cuando los gansters aterrorizaban Chicago en aquellos divertidos años veinte? Nuestra respuesta sería...

Mi hobby de escudriñar en la historia local, y recopilar todas las viejas imágenes que puedo, me incitan a imaginar un ourense medieval donde niños descalzos corretean por la calle Rapagatos (la actual San Miguel), entre aromas de pescado “fresco”, guisos de conejo y vino tinto del país. O quizás a pensar en las trifulcas entre seminaristas y alumnos del instituto en la plaza del Recreo (hoy plaza de Santa eufemia); o quizás en aquellas batallas “nabales” que los oriundos de Velle o Reza organizaban en el fielato cuando había suba de arbitrios.

Escenas de este estilo y muchísimas más son fácilmente imaginables, cuando has visto fotografías como la que hoy os enseño.

Con el sello Ferrer Coruña se nos muestra “La Carretera” de posiblemente las últimas décadas del siglo XIX, en la parte derecha, se adivina la Pensión de los Cuanda antecesores del Gran Hotel de Roma, el almacén de madera y fábrica de muebles de los Sánchez, la Casa álvarez con su inconfundible galería y tejado a dos aguas, el Banco de España (que muchos recordamos como “almacenes Ferrer”) y la que suponemos el número 73, donde don José Gil comenzó en el mundo de la fotografía.

Por la izquierda y como datos más significativos (fijaos que podría no estar construido), el centro cultural de la Diputación (Edificio Simeón), de confirmarse la fotografía sería anterior al 1887, eso también supondría un problema con respecto a la autoría de la instantánea, ya que o bien la obtuvo Francisco Ferrer o alguien por él enviado, o fue un jovencísimo Pedro Ferrer, nacido en 1870, tendría 17 años, podría ser, pero...); y parece distinguirse la falta de ventanas en el edificio espada, lo cual hace pensar que estaba en plena construcción. El resto de edificaciones, excepto la que aún hoy ocupa la armería Marcial, han ido cayendo bajo la piqueta todas.

Hasta aquí la fotografía, pero probablemente si la viéramos sabiendo cómo fue la historia de la calle, seríamos capaces de disfrutarla más si cabe. Estos son unos pequeños apun- tes de esta calle ourensana.

No necesito explicaros que el muro puente de As Burgas no lo hicieron los romanos, sino que es "un poco" más reciente, con lo cual imaginaos una carreta tirada por equinos u otro tipo de animal salvando el desnivel que existe desde el Outeiro dos Porcos (así se llamaba el jardincillo que está al lado de la antigua prisión provincial), hasta la alameda; sería una tarea de titanes. así es que el tránsito se realizaba por las estrechas calles de la vieja auria, sobre todo la actual julio Prieto nespereira.

Por una u otra vía se llegaba a la Plaza Mayor, y desde allí se hacía necesario enfilar el viejo puente, (único paso del Miño, cuando no estaba “caído”) para continuar c mino. este tramo que partía desde la Alameda, conserva hoy dos pequeños callejones ciegos como vestigios de aquel pasado glorioso (Isabel la Católica y Fonte do Rei), el resto del trazado desde más o menos la actual Alejandro Outeiriño conformaba lo que se conocía como Camino del Puente Mayor.

Así fue hasta que se decidió abrir "la Carretera". Proyectada en 1803, para unir Vigo y Villacastín; en los primeros años de existencia era un polvoriento camino de tierra, embarrado durante casi que todo el invierno lluvioso de la ciudad. A pesar de eso, poco a poco se fue convirtiendo en el centro neurálgico. En sus comienzos, el Seminario y el Hospital de San Roque centraban la atención de los ciudadanos; comenzaron a surgir cafés y fondas que dieran servicio a los nuevos estudiantes y a los familiares de los enfermos; al mismo tiempo, iba convirtiéndose en el feudo de la pequeña industria local, fábricas de madera y muebles, almacenes de materiales de construcción, destilerías, etc. Posteriormente los comerciantes, en su mayoría foráneos, comenzaron a ver en ella la mejor localización para sus negocios, y con ellos los profesionales liberales. Posiblemente la instalación del Banco de España en la calle contribuyera a esa nueva situación; el almacén de Simeón, el caserón de los Pérez Bobo que jamás llegó a utilizarse para su función primigenia (fábrica de curtidos), y por el que pasaron casi todos los organismos públicos, incluido durante un corto período el ayuntamiento, y la aparición de la pensión de los Cuanda, posteriormente Hotel Roma, fue el toque definitivo, para convertirla en una calle de categoría para una ciudad que quería comenzar a "Progresar". 

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