Opinión

La Santa Cup

Que la Iglesia Católica debería pagar el IBI por sus propiedades como todos los ciudadanos no admite discusión. Ni siquiera las autoridades eclesiásticas más recalcitrantes se atreven a abrir la boquita para discrepar sobre eso. Se podría argumentar con sensatez, como hacen algunos en los medios, que otras organizaciones como por ejemplo la Cruz Roja también están exentas de ciertos impuestos en virtud de que su actividad produce un notable beneficio social. Y la Iglesia, ya saben mis lectores que no soy muy amigo de ella, también lo hace. Así que la exención en ciertos casos puede resultar razonable y lógica, y muchos ciudadanos creo que lo aceptamos con más o menos naturalidad. Vale. 

O sea y para entendernos o así lo veo yo: los locales y campos deportivos del club juvenil Santa Margarita, por inventarme algo, estarían libres de impuestos; los de la residencia de ancianos San Antonio de Padua, por inventarme otra cosa, también; y las sedes de Cáritas también podrían y/o deberían estar exentas de pagar el IBI (creo que lo están). Pero la catedral de Burgos o la vivienda del párroco de turno no, ya que su función es puramente privada y solo al servicio de sus fieles y de las creencias y costumbres de sus fieles. En fin... que es un tema complicado. 

El caso es que a propósito de esto o algo similar la CUP (Candidatura de Unidad Popular), esa organización catalana religiosa como ninguna otra en España, ha sugerido que estaría bien convertir la catedral de Barcelona en un economato. La idea casi es brillante por estúpida. Me imagino que en el caso de que prospere, y no dudo que todo llegará, para poder comprar en ese economato habrá que sacarse algún carnet ¿no? Supongo que uno de la CUP.

– Cariño, voy al economato de la Catedral a comprar unos fideos, que no hay. Vuelvo ahora.

– Vale, mi amor. Trae también un paquete de compresas Ausonia con alas, que a la niña se le han acabado.

– Ok. Voy y vuelvo volando.

Yo creo que la idea de la CUP es la mejor idea que se le ha ocurrido a la CUP nunca y sospecho que jamás se le ocurrirá otra mejor por mucho que recen. Sí señor, habría que convertir el Sánchez-Pizjuán en un cine gratuito, la Alhambra en un club de lectura, el Museo del Prado en un pub y Doñana en un botellódromo. Y entonces por fin, por fin seríamos felices.
   

 Por cierto que ayer a media mañana y no sé si esto tiene que ver con el tema de este artículo, no creo, llamaron a la puerta de mi casa y cuando abrí me encontré con dos jovencitos muy sonrientes, amables y simpáticos, vestidos ambos con pantalón oscuro y camisa blanca de manga corta. Cada uno de ellos llevaba un librito en la mano. Ignoro de qué libro se trataba. Por un momento creí que eran mormones pero no, eran de la CUP.

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