Cartas al director

La santidad sacerdotal

¿Cómo es posible que se estén conociendo casos de sacerdotes pederastas? Entre los discípulos que escogió Cristo, uno, Judas, lo traicionó, ya sabemos como fue su final, se ahorcó. Pedro le negó por tres veces, pero se arrepintió y fue elegido como cabeza de la Iglesia. Otro caso es San Pablo perseguidor de los cristianos, Cristo le llamó y se convirtió en el mayor apóstol de la Iglesia. Judas se ahorcó, San Pedro murió crucificado cabeza abajo y San Pablo fue decapitado. 

El sacerdote pederasta, según yo entiendo, puede ser uno que se ordene sacerdote con la intención de hacer mal a la Iglesia desde dentro. Otro caso puede ser el que ha traicionado a Cristo y en lugar de conducir a los fieles por el camino de la salvación, los ha llevado por el camino de la condenación. El sacerdote católico es un ser escogido por Dios, con una dignidad única, con el poder de perdonar pecados y convertir mediante la Consagración el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Su misión fundamental es la salvación de las almas, para lo cual es necesario instruir y guiar a los fieles para que sean santos, confirmarlos en la Fe para que soporten los temporales que tendrán que afrontar en el mundo sin claudicar, y a ser miembros activos,  que participen activamente en el apostolado de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, pues  un miembro que no lleve a cabo la misión que le es propia, es un miembro inútil. Y en segundo lugar atender a las personas más necesitadas, pobres, ancianos, desvalidos, etc. 

Está caro que para realizar esta misión, el sacerdote ha tenido que ser llamado por Dios y para mantener esa confianza se necesita mucha oración y sacrificio. Si el sacerdote es santo, los fieles también serán santos. El ser católico es un privilegio, a nadie se le obliga a serlo, pero si hubiésemos sido conscientes de nuestra vocación en España, en la cual la mayoría de los ciudadanos se considera católico, no estaríamos en esta, grave e incierta situación que nadie sabe como puede terminar. Tenemos muchos teólogos, muchos "sacamuelas parlanchines", muchos escritores de párrafos y párrafos que al final no han dicho nada, pero pocos testigos.