OURENSE NO TEMPO

Locos por la gaseosa

camion_gaseosas_valcarcel._result
photo_camera Un camión de Gaseosas Valcárcel.

Se puso de moda aquella bebida con burbujas, y la mayoría de cafés de la época ofertaban sus productos tanto para consumir en el local como para servir a domicilio.

Decían los viejos del lugar, que "lo mejor para hacerte rico, es vender aire o agua". ¡Qué sabios eran!

Viene esto a cuento porque días pasados he visitado la casa de un buen amigo, y he descubierto la que probablemente sea una de las mejores colecciones de botellas de gaseosa y sifón de la provincia de Ourense (en el mundo del coleccionismo cabe de todo).

Si os fijáis en la foto, que solamente muestra una parte de la colección, coincidiréis conmigo que resulta sorprendente comprobar la inmensa variedad de fábricas y productos que han existido y existen.

Se dice que en 1832 se produjo la primera gaseosa, mezclando agua con dióxido de carbono y añadiéndole un sabor (naranja, limón y uva eran los empleados). Aunque parezca increíble, el mundo consiguió sobrevivir hasta 1886 sin que existieran las bebidas de cola (mejor no hago publicidad de ninguna, por si acaso).

En Ourense, la primera referencia que tenemos nos sitúa en 1883, cuando el diario el Eco de Orense informa de la adquisición de una maquina embotelladora por el propietario de “La Competidora de la nieve” situado donde hoy está el restaurante Monterrey. De manera inmediata se puso de moda aquella bebida con burbujas, y la mayoría de cafés de la época ofertaban sus productos tanto para consumir en el local como para servir a domicilio. En 1904 El Regional, al lado de La Coruñesa, publicaba sus precios y hacía mención al tema de la devolución de envases, quebradero de cabeza continuo de los profesionales de la gaseosa.

El consumo se fue disparando, motivo por el cual la pequeña producción de las cafeterías no cubría la demanda, naciendo así las fabricas de gaseosas. Creo no exagerar aproximando a 150 los fabricantes de bebidas carbónicas en la provincia. Para no entrar en polémicas sobre quien fue el primero, asunto siempre conflictivo, hoy me centraré en uno de los últimos. De hecho, aunque con otra dirección, la marca sigue existiendo, me refiero a Gaseosas Valcárcel.

En 1958, Luis Valcárcel Prieto, quien había aprendido el oficio en Cataluña, trae a la ciudad la franquicia de fabricación y envasado de bebidas carbónicas Sanitex. Se instala en la calle Velázquez del pujante barrio del Couto, donde elabora al poco tiempo su fórmula propia (los gustos en cuanto a dulce y acidez eran lo que marcaba las diferencias, y cada fabricante tenía sus adeptos). A lo largo de su dilatada vida, y siempre por necesidades de espacio, la fábrica tuvo tres ubicaciones distintas: Couto, A Ponte y Pino.

img_4014_gaseosas_mazaira_resultRefrescos de litro de naranja limón y cola, que lo mismo se consumían por vasos (a granel) en los bares y colegios, que se llevaba para casa la botella (eso ya significaba “fiesta”). Valcárcel introdujo en el mercado ourensano el tapón de rosca, que facilitaba el uso, pero complicaba la logística al hacerse preciso devolver envase y tapón al envasador. Esa fue precisamente una de las armas comerciales de los grandes fabricantes nacionales, Revoltosa y La Casera: ellos recogían todos los envases sin importarles que estuvieran rotulados, obligando así al pequeño comerciante a incrementar sus gastos en este apartado.

Desde el comienzo, la inmensa mayoría eran empresas familiares en las que todo el trabajo se realizaba de manera artesanal: lavado a mano de los envases, rellenado de las botellas y dosificación del jarabe de uno en uno, sin olvidar el reparto que casi siempre lo hacían miembros de la familia. En el caso de Valcárcel, tenían también un chófer al que acompañaba Luis (hijo) para ampliar mercados. Bares y ferias donde la gaseosa se combinaba con vino o cerveza (hay cosas que no cambian) eran los principales clientes de la fábrica.

Muchas son las anécdotas que recuerda Luis Valcárcel hijo de sus años en el negocio, desde que en más de una ocasión tuvo que empujar el camión por la rampa de Sas, ayudado por vecinos que prestos acudían a colaborar, hasta que algún competidor aún se desplazaba en carro de “caballo”; pasando por los “trucos publicitarios”. Me cuenta que Troncoso, uno de los que más venta tenían en los sesenta, tenía un empleado que era un malabarista; solía ponerse encima del motor del camión con una botella en la cabeza siendo la atracción de toda la chiquillería. Algo parecido hacía José Lorenzo, de “Gaseosas Lorenzo”, en este caso encima del motor iba su perra Mariposa, un mastín de gran tamaño que era conocida en toda la ciudad. O el caso del fabricante de Gaseosas La Peroja, que envasaba en las ferias directamente de un pipo a la vista del público.

Otra de las industrias que en breve solo serán un recuerdo para nostálgicos, pero en tiempos generaron muchos puestos de trabajo…

Si queréis ampliar información sobre el tema, buscad en hemerotecas los excelentes artículos que el polifacético Miguel Ángel Martínez Coello ha escrito en los últimos tiempos.

Te puede interesar