Opinión

Los doscientos alcaldes

Según yo lo veo el viaje de los doscientos alcaldes independentistas catalanes a Bruselas para darse un abrazo de masas con Puigdemont no lo ha entendido nadie bien en ninguna parte de España. Ni analistas, ni periodistas, ni políticos, ni nadie, así que voy a intentar explicarlo yo brevemente. A ver si puedo. No va a ser fácil.

De los doscientos alcaldes la mayoría fueron a Bruselas porque: A) Muchos de ellos no habían viajado ni salido de casa en su vida, como tantos jubilados del Imserso que por fin, tras años de trabajo y esfuerzos, tienen la oportunidad de visitar el Pilar de Zaragoza por lo menos una vez, para poder contárselo a sus nietos. ¡Jo! Así que esa fue su oportunidad y, lógicamente, la aprovecharon. B) Otra gran parte del grupo fueron simplemente a probar por fin los famosos mejillones cocidos con patatas fritas, el gran plato de la gastronomía tradicional belga. Por cierto que las patatas fritas que los belgas fríen en grasa de buey y no en aceite de oliva como hacemos aquí, salen muy bien retratadas en un comic de Asterix. Vuelvan a leerlo ya que el comic es muy bueno pero olvídense de probar los mejillones con patatas fritas, yo lo he hecho y son un asco. Bueno, mi criterio como soy gallego y hablamos de mejillones no es objetivo, lo sé. Sorry. C) Otra parte de los alcaldes y alcaldesas fueron allí a comer coles de Bruselas auténticas, pero la cosa no salió bien porque al regreso tuvieron que pasarse varios días encerrados en el baño, dando toda clase de excusas raras a sus familiares, hijos e hijas, conocidos, amigos y enemigos: "Ahora no puedo, quedamos más tarde, ¿vale?" D) Un grupo residual fue a manifestarse en la Grand Place, pero se les quedó grande y no se notaba que estaban allí. Nadie se dio cuenta. E) Otros, los menos, fueron con un espíritu más turístico para ver y admirar el Manneken Pis, una escultura comparable a la Pietat o al Moisés de Miguel Angel por sus valores artísticos. Pero la experiencia no resultó satisfactoria y a ninguno le dio el síndrome de Stendhal. Y por fin: F) Un círculo aún más reducido de alcaldes optó por la opción más inteligente: hacerse unos cuantos "selfies" graciosos en el Aeropuerto de Zaventem (BRU) minutos antes de volver a España, aunque ellos siguieron creyendo durante todo el trayecto de vuelta en el avión que regresaban no a España, sino a la república independiente de su casa. Los bastones de mando de las alcaldías tuvieron que facturarlos porque la compañía aérea les prohibió llevarlos en cabina. Doy por hecho que la compañía pensó, con muy buen criterio, que los doscientos alcaldes podrían secuestrar el avión amenazando a la tripulación y al comandante con los bastones en plan Yihad del Penedés y reconducir el avión hasta que se estrellara en La Moncloa.

No tiene gracia ¿saben?, no tiene ninguna gracia.

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