Opinión

Manuel Gómez- Franqueira Álvarez

El gallo rojo salvaje vuela bien hacia el lugar más elevado, para ponerse a salvo o para huir de posibles depredadores, aunque también se le puede ver volando a ramas altas de árboles para descansar. En algunas ocasiones puede llegar a ser territorial y peleón para defender su corral, usualmente es buen animal de compañía, fácil de domesticar en un entorno con otros animales y en convivencia con el hombre. Posee un sistema social característico con un orden jerárquico que comienza a desarrollarse a la semana de vida, y que a la séptima ya está completamente establecido. El gallo rojo es un macho que domina sobre todos los demás, produce un sonido llamado ("kikirikí"), concentra sus cantos en ciertos períodos del día, como son el amanecer, para lo que está programado genéticamente; el mediodía, la media tarde y a mitad de la noche, entre las tres y las cinco de la mañana, como señal de aviso en general. También cuando hay algún disturbio a su alrededor emite sonidos de tipo violento o alerta.

Manuel Gómez-Franqueira Álvarez es como el gallo rojo, peleón y muy luchador por un “territorio” que a pesar de haberlo heredado nadie le ha regalado nada, sino que ha conseguido trasformar y aumentar el legado inicial de aquel visionario y entrañable D. Eulogio al que tanto le debemos en esta depauperada provincia.

“Al principio me pesaba mucho la responsabilidad de ser hijo de mi padre”,  frase llena de humildad e inteligencia del hombre que, como el gallo rojo, consiguió  situar en un lugar cada vez más elevado a nuestro Coren, que además de elaborar 1.730 productos distintos da empleo a más de 6.000 personas, cambió los hábitos de consumo de los ourensanos, los cuales deberíamos de admitir de una vez que, empujando a  Coren y a nuestro agro, ésta debería ser “nuestra industria” y la solución a la desvertebración de nuestra provincia. Manuel Gómez-Franqueira Álvarez: “El objetivo no es ser muy grande, sino tener solvencia y ganar mercado”. Sabias palabras de los que apuestan por la calidad y la sostenibilidad, que han acuñado la percepción de que el producto Coren es de los mejores del mercado.

A pesar de conocer a su familia, a Manuel Gómez-Franqueira Álvarez apenas le conozco, pero siempre le he seguido con admiración  por que sé que ser “hijo de” no es nada fácil y solo los que viven con intensidad lo que hacen, suelen conseguir crear su propia identidad y superar con éxito la etapa que siempre precede al nuevo crecimiento de una gran marca.  

 Gómez-Franqueira tiene algunas similitudes emotivas y de voluntad férrea con Lewis Garvey, aquel niño de "The River" al que la tormenta sorprende pescando y tiene que salvar con sus padres y una enorme voluntad todo el ganado que el río se empeñaba en arrastrar.

Su imagen pública trasmite  carácter de humildad y cercanía; dicen que es cariñoso y generoso, un pelín tímido y romántico-sentimental. Le gusta salir poco, y aunque es muy solidario, le cuesta asistir a actos sociales. Hace algo de pilates, no es caprichoso pero sí muy enérgico, por lo que no suele admitir fácilmente los fallos. Tiene una familia encantadora en la que la dulzura de su esposa, Concepción Fernández, también ha dejado huella en sus hijos María, Teresa y Manuel, del que recuerdo que de niño solo permitía que le cortase el pelo Antonio del Salamanca, el peluquero de su abuelo y de su padre.

Siempre es muy gratificante para los ourensanos, comprobar que, como en la canción, aún nos sobran los motivos para sentir orgullo de una empresa, una familia y un hombre: Manuel Gómez-Franqueira Álvarez.

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