Manuel Moleiro, libros deseados

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photo_camera Manuel Moleiro observando uno de sus libros.

Ejemplares únicos, de un valor incalculable. 47 de ellos han sido ya clonados por Manuel Moleiro el editor de tesoros de las bibliotecas del mundo.

El arte de la perfección. Así definió The Times en 2001 el trabajo que desarrolla Manuel Moleiro. Hace 26 años comenzó la que tal vez sea la tarea más ambiciosa llevada a cabo con los tesoros bibliográficos del mundo: rescatarlos de su soledad oscura y vigilada en cámaras de seguridad de los museos y abrir al público sus páginas bellamente iluminadas por monjes medievales, artistas otomanos, cartógrafos portugueses que regresaban de los primeros viajes por mundos ignotos… Democratizar el patrimonio bibliográfico mundial con la edición de clones que en nada se diferencian del original. Desde el oro y la plata hasta la textura, el olor, o la mancha que tal vez dejó un rey o reina cuando lo hojeaba, en el borde de una página. Gallego de Cea, donde nació hace 65 años, se licenció en Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona y antes de terminar la carrera ya había fundado su primera editorial, Ebrisa. Al frente de su equipo dirige un scriptorium del siglo XXI que mantiene intactas las mismas tradiciones que los copistas de los monasterios medievales.

1. Cuando funda M. Moleiro Editor ya traía un amplio bagaje en el mundo del libro. ¿Cómo comenzó?

Sí. Yo fundé, cuando todavía era estudiante de la Universidad, una empresa que se llamaba Ebrisa y que adquirió un renombre extraordinario en aquel momento. Después mantuve una importante colaboración con el editor italiano Franco María Ricci. Fruto de esa relación, publicó la colección Los signos del hombre, unos libros de una cuidadísima edición, firmados por Augusto Roa Bastos, Jorge Luis Borges, Cortázar, Humberto Eco… hacíamos 3.000 ejemplares y se agotaban todos.

2. Hasta que llegó Moleiro Editor, había facsímiles. Los suyos son “casi originales” ¿Cuál es la diferencia?

El “casi-original” fue una denominación que yo tomé para diferenciar nuestro trabajo, que es un trabajo cuidado al extremo total, muy distinto de lo que se podía encontrar en los facsímiles, que no reúnen muchas de las características y condiciones de nuestros trabajos. El diario Le Monde los califica de clon.  Y es cierto. Y se nota hasta en el mínimo detalle. Por ejemplo, en los materiales. Aquellos libros que están encuadernados en piel, tienen una piel semejante a la que se empleaba en la Edad Media. Eso supone que ha de ser de animales que viven en libertad y que no fue curtida con productos químicos, sino de modo natural. Hoy no las encuentras en el mercado europeo y hay que ir a buscarlas a África o a Asia. Con los sistemas actuales, el animal entra en el matadero el lunes y el viernes ya está a la venta la piel curtida. Con los métodos naturales que son los que nosotros buscamos, el proceso requiere de muchos meses. La diferencia es notable y hace que perviva en el tiempo igual que los libros hechos en la Edad Media. 

3. Ese aspecto artesanal ¿está presente en otras fases?

En todas. En la fabricación del pergamino. Ya no es de origen animal, porque usamos pergaminos de origen vegetal, pero tiene las mismas características, incluyendo el estucado de las páginas, para que la tinta no traspase, tal como hacían los medievalistas. Creo que soy el único en el mundo que realiza ese proceso, que por otra parte es carísimo, pero mantiene una fidelidad al original increible.

4. ¿Cómo se gana la confianza de museos y bibliotecas para que le dejen clonar sus originales?

Está el prestigio de las obras que realizamos, de su calidad, del rigor de nuestro trabajo. Sin eso sería imposible. Y también la complicidad de esas instituciones que, a la postre, con nuestro trabajo van a poder conseguir lo que por seguridad del original, en muchos casos está vedado, que es exponerlos al público. En el Metropolitan de Nueva York, el Beato de San Pedro de Cardeña que está expuesto no es el original, del que ellos tienen unas páginas y la mayor parte está en el Arqueológico de Madrid, sino el que hicicimos nostros. Cuando el gobierno de Francia organizó la exposición conmemorativa del quinto centenario del nacimiento de San Luis, con el museo del Louvre, se expusieron 130 piezas, todas originales, menos la Biblia de San Luis, que era nuestro clon y era la obra principal de la exposición, porque la biblia tiene tres volúmenes y 4.887 pinturas. Podrían haber conseguido el original, pero eligieron el nuestro. 

5. ¿Dónde está el original?

El original está en la catedral de Toledo. Estaba expuesto en el Tesoro, y ahora, lo que está expuesto es nuestra biblia, no la original, porque de la original hay un cuadernillo de 16 páginas que esta en la Morgan de Nueva York, donde está el pergamino Vindel.

6. ¿Se benefician también los investigadores?

Todos ellos, sin duda. Para la inmensa mayoría estarían vetados. Solamente el hecho de pasar los dedos por sus páginas tiene consecuencias Hay que tener en cuenta que estas obras nacieron siendo tesoros y como tales han sido protegidos. Gracias a nuestro trabajo se han hecho importantes descubrimientos en muchas de esas obras. Cada una de ellas que clonamos lleva acompañado un estudio realizado por los mayores expertos en esa materia.

7. ¿Cuál fue el primero?

El Beato de Fernando I y doña Sancha, un códice de la Biblioteca Nacional de España, que preparamos en 1991 para la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Una joya del año 1042 .

8. De cada libro solamente se editan 987 ejemplares. ¿Alguna razón le llevó a escoger ese número?

Son tres números consecutivos, 9, 8 y 7 y quería que terminase en 7 porque el siete es el número de la perfección, del bien y del mal. Los siete pecados capitales, las siete virtudes, las cabezas de la bestia, según el Apocalipsis, los días de la semana. Buscaba un número que fuese inferior a mil, para preservar su carácter de joyas, de obras de arte. Todos se agotan y en todos, existe un valor al alza de su precio desde que salen a la luz hasta que se vende el último, de manera que pueden llegar a quintuplicar el precio de salida.

9. ¿Cómo son los clientes de estos tesoros bibliográficos?

En el ámbito de los clientes institucionales, hablamos de gobiernos e instituciones de los países más ricos del mundo: Estados Unidos, Francia, Alemania, China, Japón... Los atlas de los cartógrafos portugueses como Diogo Homen o el que se conoce como Atlas Miller, fueron los primeros en los que aparecen pintadas una ciudad china o las islas de Japón.

10. ¿Y en el ámbito privado?

En lo que se refiere al cliente particular hablamos de personas con un alto interés por la cultura. No solo que sean cultos, sino también en el gusto por poseer un libro de estas características. Que sienten que les proporciona más satisfacción que poseer cualquier otro tipo de cosas. Por ejemplo, una moto más grande. 

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