Opinión

El miedo y el cielo

Probablemente sea el mejor poema de la lengua castellana de la segunda mitad del siglo XVI. Y es anónimo. El cuarteto de arranque del “Soneto al Cristo crucificado” se me escapó estos días del baúl de la memoria al escuchar a Pablo Iglesias amenazar con el miedo y las tinieblas del infierno para ganar el cielo. Y como soy obsesivo por naturaleza, desde entonces los catorce endecasílabos no han dejado de machacarme con el cansado ritmo del martillo de un batán.

“No me mueve mi Dios para quererte / el cielo que me tienes prometido, / ni me mueve el infierno tan temido / para dejar por eso de ofenderte”. Mejorar estas rimas es casi imposible y compararlas con las soflamas del líder de Podemos es una herejía. Sin embargo, permítanme que ponga en paralelo los versos con la polémica seudofilosófica –es difícil considerarla ideológica- entre Iglesias y Errejón. 

Dice el primero que “el día que dejemos de dar miedo (aquí nombra una retahíla de impresentables que yo sustituyo por: ‘a los que dan miedo por naturaleza’) seremos uno más”. Su compañero de escaño le contesta vía ventana pública, no al oído: “el reto es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre”. Ya no les mueve el cielo prometido para amar, ni el infierno para dejar de ofender. ¿Se dan cuenta? Puro sentido poético y místico en el arrabal de la política, para llamar la atención al verse eclipsados en las campañas de Galicia y Euskadi. Una estrategia de comunicación que les da tan buen resultado como las paradojas a los místicos del Siglo de Oro.

Sin embargo a mí me produce inquietud la utilización del infierno y del miedo por parte de esta juventud, sobradamente preparada, en cuya cartela de la anunciación se hablaba de cambio y regeneración. El miedo ha sido y es un concepto filosófico y un arsenal ejecutivo utilizado durante siglos por algunas religiones y por la derecha más tradicionalista para controlar a la sociedad. Un pueblo amedrentado es un pueblo controlado.

En Podemos ya hemos visto estos ramalazos antes. Además de pretender asaltar el cielo, como si de la Bastilla se tratara, no les ha importado que se trasluzca la silueta de la guillotina en la trastienda de sus ideas, al pretender el control de la justicia y de los medios de comunicación, entre otros deseos propios de los pequeños grandes malvados dictadores de las repúblicas desideologizadas por el miedo. 

Jugar y amenazar con el miedo nunca es una casualidad. Y no me tranquilizan las palabras “moderadas” de Errejón, porque no contradicen el discurso de su amigo. Son, lógicamente, los versos del siguiente cuarteto del poema: “Tú me mueves, Señor, muéveme el verte / clavado en una cruz y escarnecido, muéveme ver tu cuerpo herido, muévenme tus afrentas y tu muerte”. Cambien “Señor” por “pueblo” y pónganle voz de Errejón. Simplemente han convertido la poesía en prosa prosaica y la mística en oportunismo. Por lo que, como decía el cantar de ciegos, desconfíen de quienes amenazan con miedos para prometer el cielo, porque esconden la llave del infierno.

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