Opinión

Mudanzas

Hace una semana, la ambición de Pedro Sánchez por dormir en La Moncloa podía desnucar a España. Mariano Rajoy acababa de sacar adelante los presupuestos gracias al PNV y la moción de censura presentada por el secretario general del PSOE, tras conocerse la sentencia del 'caso Gürtel', se calificaba en la derecha como una amenaza para la recuperación económica, un riesgo para los ojos de Bruselas y una irresponsabilidad por la tambaleante situación en Cataluña. 

Hace una semana, hoy España estaría descosiéndose, la Bolsa hundiéndose y la prima de riesgo disparada en el supuesto de prosperar la moción de censura y en La Moncloa se instalase un "Gobierno Frankestein", término acuñado por Alfredo Pérez Rubalcaba para advertir del peligro de acudir a una investidura de la mano de partidos independentistas.

Una semana después, la mudanza casi es completa. Mariano Rajoy se ha dado cuenta de que lo mejor para él y para el PP es pirarse para que otro pueda sabanear Génova. José María Aznar ha contribuido a engrandecer su elegancia en la despedida. Pedro Sánchez ha dejado de ser un peligro para la economía y para la unidad de España. La elección de sus ministros demuestra que el presidente Sánchez  cuenta con un notable olfato para el impacto mediático. La pinta de su Gobierno es superior a la capacidad de maniobra por los 84 diputados en el Congreso. Sánchez ha ido alimentando las redes sociales con los nombramientos. Josep Borrell para que no le digan que España se rompe; la coruñesa Nadia Calviño, directora general de Presupuestos de la UE, al mando de Economía para contentar a Europa; el astronauta Pedro Luque pilotando el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades; Máxim Huerta, escritor y periodista criado en el plató de Ana Rosa Quintana, en Cultura y Deportes; el magistrado Grande-Marlaska en Interior... La gallega Pilar Cancela se mantuvo en la porra hasta el final. Once mujeres y seis hombres, todos con un destacado perfil profesional y respetuosos con el medio ambiente de cara a una legislatura más electoral que ejecutiva.  Pero la verdadera mudanza se aprecia en la sociedad. El sistema, con sus imperfecciones, funciona, y el personal ha aceptado la moción de censura con madurez.

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