Opinión

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Este jueves viendo en la tele la llegada a la Audiencia de Palma de los 48 (o más) maridos de la infanta Cristina, entendí al fin el caso Nóos. En esa familia además de los cinco niños había demasiada gente que mantener. 

Digo 48 porque son los que pude contar hasta que me cansé durante el pequeño rato, unos quince minutos, que dediqué a ver el asunto en "Las Mañanas de la Cuatro", pero seguro que son muchos más. Con eso no hay quien pueda, una familia así necesita mucha pasta al mes.

Y lo entendí al fin porque Nóos según ellos mismos y también según la Wiki significa en griego intelecto, pero lo que en realidad significaba y no lo sabíamos, yo me enteré ahí, era Nóosotros. Claro, como había tantos urdangarines tuvieron que inventarse una palabra. Por cierto que Nóosotros ya lo saben ustedes, son ellos.

Sin embargo lo más interesante no fue este descubrimiento, ni que los incontables maridos de la infanta vayan a librarse de la cárcel e irse de rositas sin más. No. Lo más interesante fue la escena en la que uno de esos urdangarines esperaba de madrugada en Ginebra él solo, en una vacía parada de autobús el que iba a llevarlo al aeropuerto. ¿Por qué no coge un taxi? se preguntaba con razón el cámara que lo grabó durante más de veinte minutos. Una incómoda espera nocturna y en soledad para subirse al final a un autobús gratuito. Una escena que me recordó aquella famosa foto de Lady Di de agosto del 97 en el yate de Al Fayed, sentada en el extremo de un larguísimo trampolín, sola, triste, rodeada únicamente por la vacía inmensidad del mar. Una foto melancólica y premonitoria ya que Lady Di moriría dos semanas después en París en el ¡qué significativo! "Túnel del Alma".

Pero Urdangarin no es Lady Di. Hasta los más recalcitrantes antimonárquicos o anti lo que sea no tienen más remedio que reconocerle a Lady Di que dedicó siempre su influencia, sus contactos al más alto nivel, uno planetario, sus recursos y su imagen a muchas causas nobles. El caso Urdangarin no es así. A mí como a tantos españoles me indigna y avergüenza entre otras cosas que robara dinero público para comprarse un palacete de siete millones en Pedralbes. Pero no discuto la sentencia. Si es solo por dinero, lo que diga la Justicia estará bien, supongo. Yo no estudié Derecho, incluso apuesto que muchos de mis maestros dirían acertadamente que estudié "torcido". 

A mí me indigna otra cosa. Que en todo el proceso judicial se haya obviado y tapado desde el principio una de las más sucias trampas de Urdangarin, la peor. La de hacernos creer a todos que recaudaba dinero para una fundación llamada "Deporte, Cultura e Integración Social" supuestamente dedicada a asistir a niños con cáncer... y se lo metiera en el bolsillo. Por eso es por lo que sí merecía ir a la cárcel.

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