Cartas al director

Obituario: Portugal llora a María Barroso

Tras una fatídica caída en su casa fue internada en un Hospital de Lisboa el pasado 26 de junio donde permaneció en estado muy grave hasta su fallecimiento este martes 7 de julio. María Barroso era la esposa de Mario Soares y pasará a la historia como la mítica primera dama pero también y sobre todo por su categoría humana que sobrepasa con creces a su misión como esposa del expresidente. Era todo un icono de la sociedad portuguesa a la que sirvió en muy diversos campos.


Un referente para la cultura. Licenciada en Ciencias Histórico- Filosóficas, hizo también arte dramático, siendo actriz, y fue directora y profesora del Colegio Moderno fundado por su suegro. Dio el salto a la política siendo candidata por la oposición a Marcelo Caetano en 1969 llegando a diputada nacional. En 1973, con su marido, fundaron el Partido Socialista en el que tenía grandes amigos como el exprimer ministro Antonio Guterres. Mujer respetada y querida a la que adornaban innumerables cualidades siendo la humildad y la cercanía sus rasgos fundamentales. Uno de sus últimos cargos fue la presidencia de la Cruz Roja lusa.


Fue una mujer totalmente volcada en los problemas sociales en general y de la infancia y la familia en particular. Demócrata convencida y luchadora por la libertad.
Tengo de ella muchos recuerdos personales. Me saludaba siempre con mucho cariño desde aquel día en que, en una conferencia, mi tía Irene estaba sentada a su lado y se le rompió la silla. María Barroso, con mucho cariño, la ayudó a levantarse ofreciéndole otro asiento. Después siempre que me veía me preguntaba por ella.
En la visita del hoy obispo ourensano Mons. José Carballo coincidimos juntos esperando la llegada del entonces padre general de los Franciscanos. Hablamos de todo porque también era una mujer muy culta.


La última vez que nos vimos, hace poco, fue en la embajada española en Lisboa, en Palhavâ. Les proporcioné dos sillas (para ella y su esposo) porque ya caminaban con dificultad. Me dijo una frase: "Muito obrigado Senhor cónego. Está a ver dois velhinhos...".
Era una mujer de gran fe, que profesaba públicamente sin rubor y que le hacía colaboradora siempre cierta en cualquier evento eclesial. Su marido, de ideas en esto distantes, siempre respetó sus creencias. Tenía en la Iglesia muy grandes amigos y en las visitas de los papas a Lisboa siempre la recibieron en audiencia especial.
Descanse en paz una gran mujer, excelente persona cercana, cariñosa y siempre muy afable.