ENTROIDO VERÍN 2018

La pertinaz lluvia se apiadó en Verín de un desfile concurrido, lento y vistoso

Medio centenar de comparsas y carrozas, con trajes muy elaborados y con una representativa figura: O Carrabouxo

El Entroido de Verín tiene tanto poder telúrico que es capaz de controlar isobaras y corrientes de aire para despejar los cielos el tiempo necesario de su desfile. Nadie esperaba que las nubes decidiesen alejarse entre las once y media y las dos y cuarto de la tarde de la villa, momento necesario para la extensa imaginación de los verinenses. Fue, sin duda, una de las ediciones más lentas y concurridas de los últimos tiempos, que volvió a poblar la principal avenida de la localidad y a reclutar, como antaño, a los vecinos portugueses, que en época de Lázaro llegaban con sus autobuses y acampaban en las aceras para su oportuno rancho.

MADRES QUE TENÉIS HIJOS

La primera y más destacada estampa del desfile de ayer fue la procesión del cerca de medio millar de cigarróns que anticipaban el resto de la comitiva. En ella, incontables unidades de corta edad, garantizando así la supervivencia del amor a la tradición, el ruido y el Entroido. Muchos de ellos lucían pañoleta y llevaban de la mano a sus madres, figura imprescindible en la mañana de ayer durante todo el recorrido. Muchas comparsas participantes, aunque muy contadas carrozas, no como antaño, donde la imaginación se volcaba en las construcciones y no tanto en los trajes, que este año estaban destacadamente elaborados.

Evidentes referencias al proceso catalán, con unos castellers que se movían a ritmo de pasodoble de Escobar y solo sonaba la sardana en el momento en que un Puigdemont de pega emergía en medio. No faltó una clara referencia a La Región con un Carrabouxo muy solicitado para los retratos.

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