con los protagonistas de la historia

Los Príncipe de Asturias contados desde dentro

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photo_camera Un jovencísimo príncipe Felipe entrega a S. Palomares el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de la Agencia Efe.

El 27 de octubre de 1995 en una solemne ceremonia en el Teatro Campoamor de Oviedo, recibí el galardón

Por fin dimos la noticia que queríamos dar, que soñábamos con dar. Fue el día 21 de abril de 1995 a las 12 en punto del mediodía. El jurado del Príncipe de Asturias concedía a la agencia Efe, el premio de Comunicación y Humanidades compartido con el filosofo José Luis López Aranguren, al que profesaba gran admiración desde mis lejanos tiempos de estudiante de filosofía. Acogimos y distribuimos la noticia con un entusiasmo fervoroso, y por los pasillos de la sede de Espronceda nos movíamos con las sonrisas orgullosas del reconocimiento a nuestro proyecto informativo. 

Muy pronto empezó la lluvia de felicitaciones; la primera fue la de los Reyes, les siguió el Príncipe con este texto: “Enhorabuena a la Agencia Efe por la articulación de la comunicación entre España y la comunidad iberoamericana.” El presidente Felipe González me llamó por teléfono y después de felicitarme me preguntó, en tono de broma, cuánto me había costado la compra del jurado. El jefe de la oposición José María Aznar, decía: “Personalmente he tenido ocasión de ver muchas veces el trabajo que realizáis en Iberoamérica”. Los teléfonos no paraban de sonar y los telegramas se amontonaban sin que tuviéramos tiempo de leerlos. Ni un solo presidente sudamericano dejó de felicitarnos. La atención de los medios de comunicación fue otro capítulo aparte, me pedían declaraciones desde las geografías más impensables. Mi antedespacho se llenó de cámaras de televisión de las grandes cadenas. Con el discurso no tenía el menor problema, repetía lo que venía diciendo desde el día que me nombraron presidente de la agencia hacía nueve años. Afirmé en distintos tonos de voz: “Este reconocimiento nos llena de orgullo, no es solo para los que trabajamos hoy,  sino también para todos los que nos precedieron, muchos de los cuales ya no podrán disfrutarlo, ya que desgraciadamente han fallecido, pero les quiero decir que su esfuerzo mereció la pena. El triunfo es de todos”.

El jurado destacó cinco aspectos por los que Efe se había hecho acreedora al galardón del príncipe de Asturias: Haberse consolidado como una de las grandes agencias internacionales de noticias. Articular la comunicación entre España, la comunidad iberoamericana y el resto del mundo. Introducir tecnología innovadora. Cuidar el uso correcto del idioma español. Penetrar como ha hecho recientemente con su servicio en árabe, en nuevos países, extendiendo a ellos su voz y difundiendo nuestra cultura.

El 27 de octubre de 1995 en una solemne ceremonia celebrada en el Teatro Campoamor de Oviedo, recibí el galardón de manos de don Felipe de Borbón y Grecia. Me senté en el escenario junto al rey Hussein de Jordania que  recibió el de la Concordia; el presidente portugués Mario Soares, galardonado con el de la Cooperación Internacional; el poeta Carlos Bousoño galardonado con el de las Letras; junto al actor, escritor, director y genio múltiple Fernando Fernán Gómez, galardonado con el de las artes; junto a la atleta  argelina, Hassiba Boulmerka, galardonada con el de los Deportes; y, por supuesto junto a mi admirado José Luis Aranguren.

El lunes 23 de octubre, cuatro días antes de recibir el premio de manos de príncipe de Asturias en Oviedo, tuve una comparecencia ante la Comisión Constitucional en el Congreso de los Diputados para informar sobre la gestión de Efe en 1994. En principio se presentaba como una comparecencia de trámite, y mucho más desde que nos concedieran el premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y el premio de Corresponsales de la Prensa Iberoamericana a la mejor labor informativa, y, a título personal, los corresponsales árabes me otorgaron su máximo galardón. Llevaba varios años compareciendo en esa comisión sin problemas y pensaba que esta vez había menos razones que nunca para que siguiera sin haberlos. Comencé afirmando que Efe era una agencia muy bien instalada en los mercados mundiales de la información, a pesar de que la competencia era muy dura. Cité a Carlos Mendo, antiguo director de la agencia para sostener que Efe era la única empresa española que ocupaba el cuarto lugar en el mundo en su sector.

Al terminar mi exposición tanto el presidente de la comisión, José Barrionuevo, como todos los portavoces y varios diputados de distintos partidos me felicitaron por el premio y por la gestión llevada a cabo, menos Ana Mato, que ejercía por primera vez como portavoz de Partido Popular y se estrenó con una intervención airada y cargada de descalificaciones desde las primeras  palabras. 


Revoltijo de cifras


Sacó de paseo un montón de cifras de distintos capítulos del operativo empresarial, algunas eran ciertas y, por supuesto oficiales, otras totalmente equivocadas y falsas. Escuchando de boca de Ana Mato aquel revoltijo de cifras, uno no sabía si quería hacer una ensalada o una paella. Confundía el presupuesto con el Programa de actuación de  Inversiones y Financiación (PAIF) que la ley general presupuestaria obliga  a elaborar a las sociedades estatales. Nosotros lo habíamos presentado para cinco años. 

Estaba claro que no entendía un presupuesto e ignoraba la lectura de una cuenta de resultados. Entre otras lindezas dijo (copio literalmente  de las actas del Congreso): “Para finalizar, dos temas más, no quiero dejar de felicitar como ha hecho mi presidente y otros compañeros de mi Grupo Parlamentario, a la Agencia Efe, sobre todo a los magníficos profesionales de la misma por la labor que han venido desarrollando durante este tiempo en Iberoamérica y en otras parte del mundo, que ha merecido que se les conceda el Premio Príncipe de Asturias. Sin embargo quiero decirle que su gestión no merece ningún premio, ni el Príncipe de Asturias ni ningún otro. Su gestión merece ser criticada en estas Cortes. Por lo tanto nos gustaría que su gestión no fuera tan mala como ha sido en estos últimos años para que no pudiera empeñar el prestigio de la Agencia Efe, repito, por su gestión, no por su cometidos o por su actividad, que ha sido obviamente espectacular y excepcional por parte de los profesionales de la Agencia Efe”.

Lo peor de la señora Mato no eran las palabras radicalmente descalificadoras; lo peor era el tono pijo-pijo que empleaba al decirlas. La descalificaron el resto de los portavoces y muchos de sus compañeros de bancada.


La previa de la gala


Antes de la cena de la víspera de la entrega nos reunieron a todos los premiados para indicarnos como sería el acto protocolario. Tendríamos un pequeño ensayo a la mañana siguiente; no sé quien dijo, pero alguien lo dijo, que aprovechando la sabiduría escénica de Fernán Gómez, podía dirigirnos el. Aceptó encantado, nos hizo reír a todos con las reverencias y los ritos. No acudieron a esta primera reunión el rey Hussein de Jordania, ni el presidente portugués Mario Soares. A Mario Soares le conocía bastante por encuentros en distintos lugares, le vi por primera vez en casa de Felipe González en Pez Volador, después estuve con él acompañando a Felipe en la noche de las primeras elecciones democráticas, siguiendo un recuento  lleno de incertidumbres pero que terminó ganando y pudo formar el primer gobierno democrático. Con Hussein apenas conseguí hablar, y la verdad es que tenía curiosidad por  charlar con él porque para mí era un milagro que siguiera vivo después de haber superado los más sofisticados atentados. Fue rey a los 17 años, sucediendo a su abuelo el rey Abdalá que murió asesinado a tiros en la mezquita del Aksa, a su padre Talal lo hicieron renunciar a la corona por incapacidad mental, tras ser declarado loco. Hubo un momento después de aquel Septiembre Negro de 1970, cuando Hussein lanzó a sus ejércitos contra los campamentos de los fedayines palestinos diezmándolos en un terrible baño de sangre, en que todos querían matarle y lo intentaron varias veces; en realidad llevaban queriendo asesinarle desde que subió al trono. Sin embargo ahora todos quieren verle, festejarle y premiarle. Le consideran un eslabón necesario para el proceso de paz entre Israel y Palestina. 

La hija de Aranguren me pidió con delicadeza que en el acto, al no poder subir ella al escenario, me ocupara de él y lo sostuviera en el desfile. “Será para mí un honor, un verdadero  honor”. Era cierto, le admiraba desde mis años de estudiante. Llegado el momento cogí a Aranguren del brazo; era un brazo delgadísimo y escurridizo, y tuve que sujetarle con fuerza para que no cayera. El maestro puso gran empeño en avanzar con dignidad y lo logramos. El acto se desarrollo con la perfección de un soneto de Lope y fuimos todos muy aplaudidos al ir a recoger el premio. Aranguren estaba realmente débil, murió seis meses después. El príncipe pronuncio un discurso sabio y ponderado. Finalizamos el acto cantando el himno de Asturias. Busqué con la mirada al arzobispo de Oviedo, monseñor  Díaz-Merchán, para ver con que fuerza cantaba aquello de “Tengo de subir al árbol/ tengo de coger la flor/ y dársela a mi morena/ que la ponga en el balcón”. Me quedé con la curiosidad, no localicé visualmente al arzobispo- 

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