EN LA CIUDAD

¿De quién es el espolón de la Plaza Mayor?

photo_camera Terrazas ocupando el espolón en un día de primavera.

El debate en torno a la utilización del espacio público en la ciudad de Ourense crece sin cesar, sobre todo a raíz de la proliferación de terrazas de hostelería por toda la ciudad. El caso del espolón es uno de los más significativos.

El diccionario de la Real Academia define “espolón” como “sitio de paseo”. El espolón de la Praza Maior de Ourense, junto con el desnivel de la misma, es uno de los atractivos que hacen de ella un lugar acogedor, original, bonito. Fue construido en 1855 con el fin de nivelar la plaza, aprovechando las escaleras que daban acceso a las viviendas. En su “Guía de Orense” (1976), don Ramón Otero Pedrayo escribe: “Al lado oriental de la plaza, una especie de palco dispuesto para la tertulia y el lento y medio paseo crítico de los viejos, antecede al soportal. Es el viejo espolón, hoy muy olvidado”. En su libro “El Orense perdurable”, el cronista de la ciudad Anselmo López Morais escribe sobre el espolón de la Praza Maior: “Constituye el escenario privilegiado de los actos que se celebran en la plaza y el lugar preferido de los espectadores”. 

Estas definiciones coinciden en hablar de un espacio público para uso y disfrute de los vecinos en el que sentarse a charlar dominando con la vista toda la plaza, haya o no espectáculo. 

Este verano, cuando se celebraba un espectáculo en la plaza, intenté sentarme en el espolón. Nunca lo hiciera. Tuve que apartar un enjambre de sillas y mesas de una “terraza” de bar y sufrir la agresividad de la camarera que cuestionaba mi derecho a ocupar el espacio público “tomado” por el mobiliario. La misma reacción tuvo un chico que ocupaba una de las mesas por la que pagaba y que, según el, le daba derecho a hacer lo mismo que yo pretendía: tener buena vista y estar sentada utilizando, repito, un espacio público. 

Otro día de lluvia intenté protegerme del agua en el refugio de los soportales de la plaza del Hierro. Para conseguirlo tuve que retirar, otra vez, mesas y sillas de “terraza” y, otra vez, tuve que escuchar de una clienta que yo no tenía derecho a estar allí, convencida, me temo, de que ella pagaba por ocupar un espacio (público) y yo no. Curiosamente, en ambas escenas los protagonistas eran treintañeros, lo que me hace suponer que los jóvenes han perdido el concepto de espacio público en el que deberían de sentirse protagonistas. La escena se repite en el caso de muchos bancos (públicos), prácticamente inutilizables 

Estas dos experiencias me llevan a la pregunta del titular de esta crónica: ¿De quién es el espacio público? Más aún: ¿Por qué el espolón es inaccesible a los ciudadanos?, ¿por qué el Ayuntamiento, que coloca bancos en las calles, permite que las “terrazas” los rodeen y los inutilicen para el uso y disfrute de todos? 

El Ayuntamiento acaba de anunciar que restaurará el espolón. Quiero suponer que la restauración incluirá el derecho de todos los ciudadanos a sentarse allí, aunque no tengan ganas de tomarse un café. 

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