Opinión

Sus raíces en A Mezquita, y Europa su utopía

A Luis González Seara

Luis llevaba a Galicia en su corazón, en su humor, en sus recuerdos de infancia y de adulto y de sus vacaciones familiares allí. Yo me crucé con Luis en Galicia varias veces sin conocerlo y sin siquiera intuirlo, pero yo también amo Galicia y he pasado largas vacaciones con mis primos gallegos allí. Ambos, sin todavía encontrarnos, amábamos su bellísimo interior, sus frías aguas atlánticas, sus olores, su fría humedad, su gastronomía y sobre todo sus gentes sencillas y emprendedoras, cariñosas y al mismo tiempo con una vida interior a la que era difícil llegar.

Cuando, por fin , me encontré con él, en UCD, después de múltiples lugares donde coincidíamos sin vernos (facultad, reuniones multitudinarias pre-transición, intrigas varias…), hablábamos de Galicia como algo común y querido para los dos. Con él descubrí muchas cosas de las maravillas artísticas de Galicia, mucho más allá de las rutas turísticas habituales: me maravilló el pórtico de la Catedral de Ourense, las iglesias románicas como la de A Mezquita, su aldea familiar, los paseos por el Miño y el Sil, porque para ambos la naturaleza es arte y cultura… y muchos rincones más que llenarían páginas.

De su familia gallega, sencilla y encantadora, percibí todo su cariño y la admiración por Luis. Maestros, emigrantes, políticos… le querían y admiraban y aunque no pasamos mucho tiempo con ellos, Luis los respetaba y hundía sus raíces ourensanas en ellos, recordando desde los flanes de su abuela hasta la biblioteca de la escuela de su abuelo donde descubrió su amor por los libros.

La última vez que visitamos Ourense para ver a sus queridísimos Merche y Jacinto, ya estaba enfermo pero todavía paseó por la ciudad y por ese maravilloso Allariz con una invitación de su hija Mary Carmen. La miel de su tío Eliseo, los envíos de su otro tío Luis y los chorizos y quesos que nos traían de parte de su hermana, elegidos por el entrañable Pepe, fueron sus alimentos preferidos en esta última etapa vital.

No obstante, como viajamos mucho, por cada rincón del mundo aparecían gallegos que se reconocían como tales ante él, entonces su sonrisa se agrandaba y me miraba profundamente… “estos gallegos”, decía.

Pero además, Luis era cosmopolita, universal, abierto, tolerante y conmigo se enamoró del Mediterráneo, la cuna de la cultura europea. Altea fue su último descanso, también rodeado de libros, de luz y de aromas de jazmines.

Luis, como intelectual auténtico, entendió que la política era mucho más que unos programas vacíos que pocos leían y aplicó su pensamiento libre y socialdemócrata a su representación parlamentaría por Ourense y Pontevedra. Y, como no, al traslado de su pensamiento y sabiduría a libros, artículos, debates. Fue ponente constitucional en el Senado, por su patria chica, por Ourense, y diputado por Pontevedra, tratando de abrir y democratizar la Universidad. Luis hizo mucho más, fundó medios, salvo a estudiantes de la represión, le censuraron, tuvo que esconderse… y no pararía de contar.

Continuó pensando y proyectando la utopía europea y ahí se durmió para siempre.

No dudo que seguirá leyendo y acordándose de todos. Nosotros seguimos aquí, de momento, amando tu recuerdo, tu obra y tu bonhomía. Hasta siempre.

Ah, Luis , no me “gallegueis” desde arriba , por favor. Abre tu mundo interior al amor y mándanos ondas positivas… que las necesitamos. Y muchas gracias a todos los gallegos que le recuerdan y quieren.

Te puede interesar