Opinión

Santiago de Alén en Ribadavia

Santiago de Alén es uno de los topónimos más antiguos de la Vila. Ubicado en la margen izquierda del río e inmediato al puente sobre el Avia, entonces denominado a ponte  do Burgo, figura en la documentación medieval cómo el solar de una alberguería u hospital de peregrinos y posteriormente como el terreno donde se ubicóla parroquia de Santiago denominada en los archivos como matriz de las desta vila. Las crónicas  señalan  que fue tras el reinado del infortunado don García cuando la parroquia se trasladó, construyendo allí un nuevo templo, al lugar que ocupa actualmente aunque conservando la propiedad del primitivo emplazamiento, razón por la cual cuando los franciscanos bajaron de santa Marta para ubicarse definitivamente a orillas del Avia, pagaron al abad de Santiago el canon correspondiente por instalarse en terrenos de su heredad. Fue seguramente tras el establecimiento franciscano entre nosotros, cuando el nombre de Santiago de Alén cayó en desuso entre los vecinos, y el primitivo ponte do Burgo lleva desde entonces y hasta nuestros días,  igual que el contorno, el nombre de san Francisco.

En el último tercio del siglo XIX, cuando las corporaciones municipales buscaban terrenos para la estación del ferrocarril, la zona aparece también citada, sin perder el topónimo religioso, cómo  As Corredoiras y por esos años construye su vivienda familiar, la primera en dicha calle, entonces denominada de La Estación, el infatigable industrial José Rodríguez,” El Pescada”, quien en pocos años compró fincas y edificó doce casas y puso a tal altura el comercio de ultramarinos que hoy (1896) es el que más importa  y exporta, abarcando todos los negocios del país. A la sombra de su genio comercial viven veinte familias, y su actividad incesante da jornal a muchos artesanos (…) así publicado en primera página de El Intransigente, en un artículo que a modo de editorial  firmaba  el alcalde de ideología republicana don Cesáreo Rivera Abraldes, quien también daría nombre al vial tras el acuerdo del ayuntamiento, algo que lamenta en su Historia de Ribadavia el padre Samuel Eiján: El municipio tuvo el mal gusto de poner su nombre (Cesáreo Rivera) a la calle que conduce desde el puente a la estación del ferrocarril. 

En la década de los cuarenta del pasado siglo cuando la rúa se denominaba General Mola,  aparece cómo la zona industrial de la Villa, con cuatro fábricas de ataúdes y dos tonelerías, junto con la comunidad franciscana, quien dirigía entonces la parroquia de Ribadavia. Con el discurrir de los años e igual que en otras muchas poblaciones, la zona fue perdiendo su pujanza, la crisis del sector cerró la mayoría de las empresas, las nuevas infraestructuras despejaron las bodegas de toneles y  pipotes, y la falta de vocaciones vació de frailes el convento. Tras la marcha de los discípulos del Poverello de Asís fueron las hermanas clarisas las encargadas de mantener las instalaciones religiosas, y después de su partida son los terciarios franciscanos, en la persona de don Adelino Vázquez Sobrino, los celosos guardianes tanto de la iglesia, asistida en las funciones religiosas por los dos sacerdotes diocesanos, cómo de las dependencias conventuales.

Este 2017, el día de san Antonio, la fiesta grande que se mantiene merced al celo del mayordomo Manolito Caracas, la procesión después de atravesar diversas calles de la villa, no hizo el preceptivo trayecto hasta Las Cancillas, tal y cómo se mantenía desde 1924 cuando tras una vieja reivindicación de los vecinos, que se consideraban relegados en unos festejos que contemplaban como suyos, el cortejo procesional recorrió todo el barrio por  primera vez. En otro registro pero con idénticos resultados, don Pedro y doña Ana, nuestros soberanos más queridos, no atravesaron el puente en las últimas y deslucidas fiestas patronales, con la consiguiente desazón del vecindario que se sintió desairado por la religión y la corona. 

La fotografía de Rosa Lamas que ilustra este artículo, nos presenta la imagen sedente del apóstol en una tipología peculiar casi exclusiva del arte gallego y de un indudable interés iconográfico, como sostiene el archivero e historiador don Miguel Ángel González. La escultura que según  la tradición local es oriunda del primitivo templo, presidió tras el traslado de la parroquia a intramuros el altar mayor de la actual iglesi    a. Hoy se encuentra  en el museo do Mar en Vigo, contextualizando la exposición sobre el Pergamino Vindel. Allí junto a las ondas do mar de Vigo, que cantó con amor Martín Codax, nuestro Santiago  recordará tal vez el discurrir del Avia bajo a ponte do Burgo, el mismo  rio que con distinta agua bañaba hace siete siglos, las orillas de la parroquia de Santiago de Alén extramuros desta vila.   

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