Opinión

Sin historias

Brasil, que atraviesa un periodo presente convulso con golpes de estado institucionales incluidos, se acaba de quedar sin pasado por el incendio del Museo Nacional  de Río de Janeiro. Cuando un museo es pasto de las llamas se lleva por delante la historia allí acumulada, logros, ideas, ambiciones expectativas y la posibilidad de conocerse mejor. Lo curioso es que todos los responsables políticos sabían que el incendio podía producirse en cualquier momento dada su deficiente conservación. Ya de nada sirven las lamentaciones y la búsqueda de responsabilidades es un flaco consuelo para la dimensión del drama. Veinte millones de piezas  volatilizadas. Solo una de las grandes obras por su valor histórico se ha librado de la quema. Escaso bagaje para recomenzar. Unos gobernantes que no han preservado el patrimonio histórico y artístico del país son los responsables últimos del incendio. No hay pena en el Código Penal que pueda suplir la pérdida provocada.

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