Opinión

Tocando la gaita

El verano tiene mucho de música. Por todos los rincones suenan notas atrapadas en el buen tiempo y las vacaciones. Bajo ese cielo estrellado de Galicia hacen su agosto, sobre todo, las orquestas-espectáculo, que han venido a marchitar el baile. Las fiestas se han convertido en representaciones teatrales donde el espectáculo de luz, imagen y sonido se revitaliza con videoclips promocionales que corren por las redes, merchandising  que participa de la actuación y club de fans que espolean el ambiente. Se sorprenden los más longevos ante todo esto y contraatacan con historias de suelas desgastadas; pero el verano gallego nos rememora que cada vez son más, y mejores, los artistas que se mueven por toda nuestra geografía. De hecho el verano es el trampolín para otras giras, ahí están Queiman e Pousa,  que este mes de septiembre visita Latinoamerica; Óscar Ibáñez, Budiño o Xabier Díaz, siempre estudiando las raíces musicales de Galicia; Lucía Pérez o las bandas  de gaitas, en constante ascenso en los últimos años.

Galicia es, sobre todo, gaita y se la dignifica en grupos folclóricos o desfilando con coreografías de banda marcial. Esas dos variedades cohabitan sin problema para el público porque la ciudadanía siempre viaja por una senda de tolerancia que es ajena  a los influyentes.

Hace 28 años que la Real Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense puso el listón alto en el festival intercéltico celebrado en la ciudad francesa de Lorient. Eran conscientes de representar a una Galicia moderna y conocedora de que ni  España, ni  Europa, ni África son los orígenes del instrumento que tocaba Nerón y Luis XIV. El Museo de la Cornamusa en Orense es, posiblemente, la colección más grande del mundo, donde la diversidad hace universal esta herramienta musical cuyo origen está en Asia, concretamente en Irán, según documentos del siglo quinto.

La gaita gallega del siglo XIX no es la de hoy que ha paseado por la Quinta Avenida de Nueva York, por Egipto o por la Muralla China pateada el mes pasado por la Banda de Gaitas Lume de Biqueira, asentada en Madrid. Ninguna de estas dos personificarán el próximo año a Galicia en el  prestigioso festival que reúne a la colectividad celta. Un festival que se dedicará a Galicia sin contar con las Bandas que se sirven de gaitas marciales. La pregunta es obligada a los señores de la delegación gallega de este festival: ¿Por qué no mostrar las agrupaciones folclóricas con la tradición gaiteiril galega y las bandas  que desfilan y gustan cada vez más al público gallego y a las escuelas?. No viene demás recordar que ambas embajadoras hacen ondear la bandera del río Miño cruzando territorio gallego.

Sí, en Galicia hay carros pero también tractores y no debe la neblina reforzar comparaciones porque el todo lo es por las partes y, señores, abrazar para destruir es comportamiento de Judas. El pueblo sabe que comerciar con las musas es una incomprensible afición.

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