CRÓNICA

Vidas que emergen del agua

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photo_camera El agua respetó el viejo horno de la casa que nunca llegó a funcionar. (BRUNO RÚA)

El embalse de Portas, que a finales de los años 70 del siglo pasado convirtió al río Camba en un enorme lago artificial, deja a la vista estos días, como consecuencia de la sequía, muchos recuerdos, sueños y vidas enteras

La sequía que azota la provincia está arrancando de las entrañas de los embalses recuerdos, secretos y vidas que llevaban décadas de oscuridad sepultados por cientos de hectómetros cúbicos de agua. El lecho de estos inmensos lagos ahora casi secos deja a la vista casas, construcciones, pueblos enteros que tras décadas inundados, se han convertido en una verdadera atracción turística en muchos lugares, aunque a otros muchos les arranca lágrimas de sueños y recuerdos. Es el caso de O Barco de Valdeorras, que organizó andainas por el embalse de lama4_resultO Bao, mientras que en Viana grupos de vecinos aprovechan el bajo caudal para limpiar los residuos durante décadas fueron arrojados al agua.

Una de las presas más grandes de la provincia es la de As Portas, que a finales de la década de los setenta del siglo pasado convirtió el río Camba en un gran lago que iba desde As Portas, en Vilariño de Conso, y se prolongará hasta Campobecerros, ya en el municipio de Castrelo do Val.

A unos ocho kilómetros de Campobecerros y con la bajada del nivel del embalse quedó al descubierto lo que fue la Casa da Lama, una especie de caserío levantado en un valle paradisíaco y próxima a la aldea de Veigas de Camba. Ambos quedaron un día atrapados por el embalse, pero hoy sus esqueletos han quedado al descubierto.

Antonio Pérez Rolán es "una de las siete personas que nacieron en la Casa da Lama". Ya está jubilado y vive en Madrid. Recuerda que A Lama fue levantadlama9_resulta por su abuelo. "Había estado en Cuba y cuando regresó, allá por los años 30 del siglo pasado, del siglo pasado, quiso copiar en A Lama la idea de los ranchos cubanos". Construyó aquel conjunto agrícola y ganadero, que abarcaba la casa, cuadras para el ganado, bodega, pastos, fincas para huerta y frutales. "Al lado de casa había un terreno lleno de frutales, con todo tipo de fruta, pero sobre todo manzanos. Teníamos allí más manzanas que entre todo el resto del valle. Allí había vacas, ovejas y quizás alguna cabra y se sembraba maíz, patatas y productos de huerta, prácticamente todo para autoconsumo", dice emocionado Antonio, quien reconoce que cuando ve las fotos de la casa ahora descubierta "me entran ganas de llorar al ver lo que queda de ella; como ese horno que perece casi intacto en una de las paredes de la casa y que nunca se usó, porque tenía un defecto".

Como otras muchas familias del rural, la familia dejó de vivir en la Casa da Lama sobre el año 1968. "Aquello era un paraíso, pero también era una vida muy dura. Caían unas nevadas que no nos dejaban salir durante semanas, pero teníamos de todo para sobrevivir y mantener el ganado", asegura Antonio, quien estuvo en A Lama por última vez en 1976, dos años antes de que el agua se adueñara de ella.

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