Opinión

De "La catira" (1955) a "O silencio redimido" (1976)

Al publicar Cela La catira a comienzos de 1955 la reacción general de la crítica literaria española es muy favorable (conseguirá el Premio de la Crítica). El prestigioso crítico de La Vanguardia, Juan Ramón Masoliver escribe (6-IV-55): “libro sensacional, hito de nuestras letras” y José María Castellet explica en Revista (7-IV) que la novela “es la definitiva consagración de su genio literario, o sea, de su fecunda imaginación y de su prodigioso poder verbal, unidos en el acto creador de la novela”. Mientras tanto la prensa venezolana rechaza con acritud la novela. Un botón de muestra entre docenas: Vitelio Reyes, uno de los principales intelectuales de la dictadura de Pérez Jiménez (que había sido el financiador del encargo narrativo de Cela con tres millones de pesetas) sentencia desde El Universal de Caracas (27-IV): “Es un libro abiertamente reñido con la sensibilidad y el buen gusto. No crea nada y lo destruye todo. Arruina hasta el concepto en que antes teníamos a su autor”. La polémica es amplia y tiene ramificaciones apoyadas en lo económico, lo político y lo estético. Silvio Santiago, desde Caracas, va informando a CJC durante 1955 de lo histórico y de lo intrahistórico de la polémica, de lo que se dice y de lo que se supone. Consecuencia de esta correspondencia regular es que la amistad del coruñés y el ourensano se agranda. Una carta de Cela a Joaquina Conde de Santiago (3-IX-55) lo confirma: “Usted sabe bien el cariño que les profeso”.

Ya instalado en A Coruña desde el 58, Silvio publica en 1961 la novela Vilardevós, con prólogo de Otero Pedrayo y una exitosa recepción crítica. Dos años después, Silvio tiene en el telar otra novela, O silencio redimido, que pretende mandar al Premio Formentor y para ello le pide consejo a su amigo Cela, quien le informa desde Palma de Mallorca (4-V-1963): “Me parece muy bien que la mandes al Premio Formentor, aunque ignoro si nuestra lengua gallega es válida o no a estos efectos”. Silvio consulta con Jaime Salinas –secretario del Premio- y conoce la negativa: se exige el castellano. Lo pone en conocimiento (es un decir) de Cela y además le comenta (23-X-63) a propósito del jurado del Premio: “paréceme una complicada trangallada de judíos. Descubrí que no se trata de un libre concurso de escritores sino de un convencional amaño de editoriales”. En esa misma carta que quiere publicar el libro en “Galaxia” y le solicita un prólogo para esa nueva novela cuyo título es ahora –finales del 63- Historia de un home que pode ser outro. Cela acepta de inmediato y desde “Galaxia” le envían con prontitud una copia del manuscrito a Mallorca. En marzo del 64 Cela remite a Silvio el brevísmo prólogo, que tiene como eje vertebrador la memoria, aspecto esencial de la novela: “Apoyado en la memoria –esa fuente del dolor, la llamé alguna vez- y en un raro y muy eficaz instinto del paso del tiempo , Silvio Santiago ha escrito una novela ante la que uno, no sabe que admirar más: si su lineal sencillez (la línea quebrada, no por quebrada deja de ser línea) o su leal crónica de la cotidiana servidumbre del hombre”.

La novela, no obstante, tiene dificultades con la censura. Silvio pide a Cela (16-III-64) que se interese en la censura por la suerte de la novela e incluso escribe a Fraga: “Le escribí a Fraga Iribarne, y él me contestó muy amablemente, prometiendo, sin garantizarme nada, su intervención en el asunto” (carta a CJC, 27-IX). Para noviembre “Galaxia” sabe que la novela no puede ser editada. Silvio, con justicada incertidumbre, pregunta a Cela sobre la posibilidad de publicarla en Hispanoamérica en castellano, y la respuesta del padronés (17-XI) es la medida de su pensamiento. Le aconseja que no publique la novela en otro lugar: “Hazte un nudo en el alma –no más- y renuncia. Y si tienes valor, escribe una carta a Fraga, más o menos diciéndole, con tanta cortesía como frialdad, que renuncias a publicar tu novela fuera de España aunque te duela tomar esa decisión. La carta debe ser, sobre cortés y fría, breve y ponderada”. Y con un aditamento especialmente celiano: “Todo esto es lo que yo hubiera hecho. Y si algún día Fraga consigue dominar a quienes le hostigan –y que son las derechas más que las izquierdas, aunque también las izquierdas, haciéndoles, ¡con qué ceguera!, el juego a las derechas- ya volveríamos a la carga. Recuerda que una obra literaria […] es algo fuera del tiempo y que permanece: incluso más allá de la vida de los autores y de los censores”.

Silvio Santiago murió en 1974. Dos años después la novela se publicó con el título O silencio redimido (muy modificada según le confesó en 1970 el autor a Ramón Piñeiro, quien sostenía que “a primeira versión era espléndida na primeira parte e froxeaba algo na segunda”). No llevaba el prólogo de Cela, inédito aún hoy. Tal vez era innecesario en los nuevos tiempos.

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