Opinión

El fracaso de los ayatolás en Irán

En los días de finales de año los vientos de la rebelión soplaron con fuerza en Irán. Una tormenta que parecía perfecta y caótica a la vez. Miles de hombres y mujeres, especialmente jóvenes, salieron a las calles de todo el país, más masivos en Teherán, para protestar contra el régimen teocrático de los ayatolás que en cuatro décadas de poder absoluto han asfixiado las libertades de los ciudadanos y no han logrado mejoras en el bienestar económico y social del pueblo. La rebelión surgió como una llamarada espontánea. No se le conocen líderes, ni agenda y con un objetivo tan vago como el de deteriorar al régimen. El desconcierto en el análisis ha sido tal que muchos vieron en los agentes del Guía de la Revolución, el ayatolá Alí Jamenei, la mano que mecía la cuna, ya que consideran que el presidente Rohani es demasiado liberal y tolerante. El clima de descontento tiene tan altas temperaturas que se les escapó de las manos a los promotores, que para someterlo lanzaron una represión masiva que causó 21 muertos y mil detenciones, aparte de la denuncia de severas torturas. ¿Qué reclaman? Una más justa distribución de las rentas en un reparto más equitativo de las cargas de la crisis. Mientras muchos iraníes sufren carencias fundamentales, el presupuesto se reparte con generosidad entre las organizaciones islámicas y la clerecía que domina el poder. Se cita como ejemplo la oficina de promoción del seminario teológico de Qom, centro de formación del clero islámico, que recibe la suculenta cifra de 25 millones de euros, mientras las destinadas para las catástrofes naturales no llegan a los cinco millones.

 Las primeras consignas de los manifestantes se dirigían contra el paro y la subida de los precios, pero después pasaron a atacar a bancos, a edificios públicos e incluso a centros religiosos, también se atrevieron con los cuarteles de los bassidjis, las milicias encargadas de la seguridad interior. Y lo más grave, gritaron y enseñaron pancartas donde decían “Abajo el dictador”, refiriéndose a Alí Jamenei. 

 Se comprende la rabia acumulada de muchos manifestantes cargados de frustraciones, la mayoría de los cuales solo ha conocido este régimen fanático y teocrático medieval que aplasta las libertades. La mayoría de los manifestantes son jóvenes de menos de 25 años y están conectados a las redes sociales a través de antenas parabólicas por las que siguen lo que está pasando en el mundo. El macizo del régimen consideró que las cosas iban demasiado lejos y se empleó a fondo. Restringieron el acceso a las redes sociales y los pasdarán (guardianes de la revolución) sacaron a la calle a sus fieles incondicionales y cambiaron los eslogans y las pancartas. La consigna de orden es: “Nosotros estamos todos juntos detrás del guía de la revolución Alí Jamenei”. Y las consignas habituales de “¡Muerte a América! ¡Muerte a Israel! Y ¡Muerte a Monafgh!” (Monafgh significa hipócrita en persa. Una expresión que señala a los Moudjahidin del pueblo, el principal grupo de la oposición en el exilio, prohibido en Irán). De momento la rebelión ha sido controlada. No estalló la primavera en Teherán.

(Este artículo estaba destinado a la revista Tiempo, pero su cierre imprevisto impidió su publicación).

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