Opinión

Dios ha sido relevado

Tengo más de un amigo preocupado por la deriva que va tomando el mundo. A este paso no sé a dónde vamos a llegar, es lo que manifiestan al tiempo de mostrar cierta compunción del ánimo; después, suelen suspirar profundamente de un modo entre mefistofélico, que nos permita intuir en ellos profundas cuando avisas elucubraciones, y resignado, que nos induzca a nosotros a aceptar con cierta benevolencia el futuro que nos espera y que ellos conocen, tanto y tan bien, que nos lo exponen de inmediato. El mundo, nuestro mundo, va cabeza abajo; es decir que, en general, vamos de culo. Los imperios, saber: el chino y el yanqui están al parecer ya consumidos y a la Vieja Europa, sometida que estará próxima y brevemente a la sharía, le quedan cuatro telediarios por no decir que un par de estaciones o tres a bordo del ferrocarril de la Historia. ¡Coño, qué miedo!

China y Estados Unidos, Estados Unidos y China, cada uno por su lado y según su mejor proceder de acuerdo con cada uno de sus respectivos criterios, es decir, con un capitalismo de Estado los de los ojos rasgados y con un neoliberalismo definitivamente asilvestrado los comedores de donuts, están conduciendo a sus respectivos rebaños humanos camino de una Edad Media semejante en todo a la que al parecer sucedió al Imperio Romano una vez que este empezó a mostrar los mismos signos de decadencia que ya han empezado a asomar sus orejas en nuestras sociedades más avanzadas; entre ellas, esta de ustedes y mía; no lo duden, mis amigos.

En algunas de sus apreciaciones tienen razón estos agoreros; por ejemplo, en que es posible que, después de un prodigio como fue el de la civilización romana, la cultura desaparezca para refugiarse en lugares inaccesibles y solitarios, acogida al amparo de monasterios y conventos; por ejemplo en que, tras adorar a tantos dioses, los creyentes empiecen a considerar que con uno es más que suficiente para aunar criterios y trazar proyectos colectivos de futuro. 

El papel declinante que la cultura está jugando en nuestras sociedades pudiera hacernos aceptar el pronóstico de los agoreros convirtiéndolo en algo mucho más de temer; más aun vista y sabida la velocidad con la que ahora transcurre todo y la sucesiva y rápida aparición de becerros de oro a la que estamos asistiendo, todo ello puede llevarnos a considerar que la proliferación de dioses -recuérdese la facilidad con la que se divinizaron humanos después de Augusto- puede inducirnos a aceptar augurios tan poco satisfactorios para los que tenemos la fortuna de habitar en el que aceptamos llamar el primer mundo en el que, sin embargo, hay algo que no cuadra.

Para tomar decisiones, decisiones serias y graves tales como afrontar una guerra o decidir algunas leyes importantes, cambiar un gobernante por otro o tantas otras, se solía consultar a los augures o, más directamente, recabar de los sacerdotes, de este o de aquel dios, cuál era la voluntad divina a tener en cuenta para no cometer demasiados errores y acercarse así al fin propuesto. Esto hoy ya no se hace, o se hace cada menos y posiblemente eso sea lo que me lleve a pensar que, esos amigos preocupados por el sesgo que empieza a tomar la Humanidad, puedan no estar completamente en lo más cierto de sus suposiciones.

Por eso no sé si estamos en los albores de un nuevo humanismo o en los estertores del que sucedió al oscurantismo medieval en el que Dios, o los dioses, eran el centro de todo mientras que ahora han dejado de serlo, o al menos a dejarlo en gran parte. Dios ha sido relevado por lo que podremos llamar la voz interior, la voz de nuestra propia conciencia, y lo ha hecho al tiempo de ir conformando esa gran voz interior colectiva que empezó siendo llamada Mayoría Silenciosa y ahora se ha empezado a definir de otro modo por los nuevos magos, por los detentadores de esa vieja magia capaz de interpretar los sentimientos colectivos, por las sociólogos, los elaboradores y los intérpretes de los sondeos que, expresados en estadísticas, esa nueva magia, La Estadística, también la ciencia de los Sondeos, nos advierten de por dónde o de por dónde deberán ir los tiros.

Y así están las cosas cuando, aquí llegado, prefiero dejar esto en suspenso y abandonar el discurso a su mejor criterio. Han de ser ustedes quienes saquen conclusiones. Servidor no es un gurú que deba dirigir conciencias, ni siquiera un agitador de ellas, servidor es un señor normal que empezó creyendo en que había gentes buenas y gentes malas, que pensó más tarde que había izquierdas y derechas y, más tarde todavía, que lo que había era arriba y abajo y ahora tiene dudas de todo. 

Acaso suceda así porque cuando uno se mueve en el espacio libre -imagínense fuera de una capsula espacial, flotando, como en una película de ciencia ficción, o sea, dentro de la vida- en ese espacio libre no tenga esas referencias de grupo u orográficas, físicas o psíquicas, que le permitan definir arriba y abajo, izquierda y derecha o estos son los treinta y dos rumbos de la rosa, cosas de las realidades axiales. Así que, en el espacio libre, uno tan solo vuela, va y viene no solo trigonométricamente hablando sino incluso en modo avión desplazándose en caída libre, como al fin y al cabo se desplazan todos los imperios. Este nuestro también, pero esperemos llegar a tiempo de morirnos antes de poder verlo.

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