Opinión

Desde la Generación Nós, apenas nada

Ya fueron las elecciones y, al día de la fecha ya se sabe lo qué nos depararon, así que cabe suponer qué podemos esperar de ellas, ya sabemos a qué atenernos. Así que vamos a hablar de otras cosas.

Por el módico precio de un euro, tal y como se anuncia en su portada, leo en “El Cultural” de “El Mundo” de hace hoy una semana un texto de Ignacio Echevarría. Se trata de a modo de un ensayo en el que se nos facilitan datos suficientes para que podamos entender, e incluso admitir, las razones que llevaron a la viuda del escritor Roberto Bolaño a traspasar a la editorial Alfaguara el conjunto de la obra de su difunto esposo; una obra cuya difusión y ensalzamiento, hasta el momento de esa fatal decisión, había sido consecuencia de los desvelos, la dedicación y también el esfuerzo de Jorge Herralde a través de su editorial “Anagrama”.

Aunque respetuoso con ella, no soy un admirador de la obra literaria de Roberto Bolaño. Debo confesar que mi mayor dedicación y esfuerzo consistió en superar todas las páginas que preceden a aquellas en las que se refiere a Rafael Dieste en “2666” creo recordar. Una vez llegado a ellas y comprobado que no me interesaba nada de lo que en ellas se decía, convencido además de que tampoco venía muy a cuento, abandoné la lectura sin que hasta hoy me haya arrepentido por ello.

Debo aclarar que no infravaloro nada, sino y simplemente que no es exactamente lo que yo entiendo por novela lo que el chileno desarrolla en la mayor parte de su obra… si novela es lo que decía Torrente Ballester: la historia de lo que le sucede a alguien en algún sitio. Hay grandes obras literarias de las que, sin restarles un ápice de su valor, podemos y también debemos decir que no nos gustan ni lo más mínimo; es decir, que no nos gustan nada…cual es el caso.

Dicho esto quedan por considerar las razones que llevaron a su doliente viuda, a Carolina López, que lo es del escritor chileno y a la que solo cabe desearle que lo siga siendo por muchos y fructíferos años, a retirarle su confianza a Herralde, indudable Pigmalión, Mecenas, fan o puro y simple apasionado lector y editor de la obra literaria de Roberto Bolaño. ¿Cuáles? Pues que el escritor tuvo amores, en los últimos años de su vida, con una señora o señorita llamada Carmen Pérez de Vega y tanto Jorge Herralde como Ignacio Echevarría y otros desalmados han mantenido alguna relación con la no viuda a fin de entender algunos aspectos de la vida y de la obra del autor fallecido hace ya algunos años.

¡Amigo mío, ahí es ella con las dolientes viudas! ¿En quién pensarán algunas de estas dolientes damas en algunas ocasiones: en la mejor acción encaminada a prolongar en el tiempo la obra de sus difuntos, o en ellas mismas y su más atribulada condición? Pareciera suceder que cuando, un hombre o una mujer, un esposo o una esposa, deciden el comienzo de una nueva relación esta nunca se deba a una parte de responsabilidad del cornudo o de la cornuda en el ámbito de la ruptura de modo que se deban prolongar en el tiempo unos afectos sin que estos puedan dejar acceso a otros.

¡Claro que los escritores tienen hijos! Y claro también que cuando les llega la ocasión se casan y se separan y organizan sus vidas de acuerdo con las condiciones con las que, durante su recorrido, esta les va ofreciendo; pues así los padres y los hijos no debieran precisar de protección alguna que no fuese otra que la de las explicaciones pertinentes y oportunas.

Repaso la nómina de las viudas de escritores que conozco y trato y sé que no todas son mariaskodamas ni saletasgoi, que hay marinas y dolores, que unas son excelentes y que otras son cautivas de sus propias frustraciones, perras de presa de ellas mismas. No conozco a Carolina López, tampoco trato a Ignacio Echevarría y lo que se de él no me causa un mejor recuerdo pero, si las que él da, son realmente las razones que han empujado a la viuda a cambiar de editorial flaco favor es el que esta le ha hecho a la obra y a la memoria de su esposo.

¿Y por estos pequeños pagos nuestros y galaicos qué sucede mientras tanto? ¿Es que no hay amores y aventuras, ocultaciones y destellos y todo es un desesperado silencio acerca de lo que ocurre en el cada vez más neblinoso paisaje literario? Pues debe ser que no, que no lo hay, que no sucede nada y que incluso está dejando de haber paisaje literario y pobre del país que no tiene memoria de aquellos que lo sueñan. Un país se construye y se afirma sobre los sueños de aquellos que lo buscan.

Chile es más Chile cuanto más Bolaño sea Bolaño. De ahí la importancia de que su obra siga transcendiendo a despecho de la al parecer despechada viuda. Lo curioso del asunto es que, en su caso, Bolaño acabe siendo más Bolaño a raíz de la decisión de Echevarría que de la tomada por Carolina López.

Si esto fuese así, cabría preguntarse que debería suceder en nuestro pequeño y apartado mundo de la nieblas, qué tendría que pasar para que nuestras letras volviesen a gozar del empuje que otrora disfrutaron preguntándonos por que, desde la Generación Nós, aquí no ha vuelto a pasar apenas nada. Ningún otro colectivo le ha dado el impulso de sus sueños a Galicia como ellos se lo dieron y hoy ya apenas casi nadie de ellos se recuerda en la forma debida y heredada. Y eso que sus viudas, solo fueron viudas-viudas y apenas sabemos nada de sus vidas ocultas. Tampoco, a estas alturas, tampoco mucho de sus obras.

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