Opinión

No sé estar

Algún lector que otro, algún amigo que otro, me expresó sesudas desconfianza hacia los dos episodios que, a propósito del carnaval, describí, si bien muy sucintamente, en el artículo anterior. Recuerden, quienes lo hayan leído, sépanlo los que no lo hayan hecho, que se trataba de lo sucedido en nuestra ciudad en el traslado al cementerio de San Francisco de una profesional de vida airada ejerciente en las proximidades de la Rúa do Vilar, el primero de ellos; el segundo, trató de lo acontecido en Pontevedra, en idéntica semana, pero de otro año, con el entierro del loro Ravachol, un hermoso ejemplar de loro gris, un yako, preclaro ejemplar de una especie capaz de retener un léxico de hasta doscientas palabras, dueño de una memoria prodigiosa y de una emotividad como la propia de un niño de cinco años. Consúltenlo en Google los no creyentes. Busquen loro gris de cola roja, jacko o yaco, según prefieran o, incluso si se ponen muy finos, busquen Psittacus Erithacus. ahí les queda.

Yo he vuelto a hacerlo. He vuelto a leer las características de esos loros grises, de cola roja y pico negro y después de hacerlo me he quedado pensando en que, según te eduquen, según serás y te has de comportar, como les sucede a estos loritos de marras con los dueños que los mantienen en cautividad. Educar es conducir a alguien de manera que, en el futuro, su comportamiento, sus actitudes emotivas o reflexivas, respondan al troquel en el que ha sido forjado.Creo, mejor dicho, estoy convencido de que no descubro nada nuevo diciendo lo que acabo de escribir en el párrafo anterior.

Sin embargo el hecho de que parangone de un modo u otro, en ese artículo que les acabo de recordar, la realidad orensana con la pontevedresa; ese hecho, unido al de que también les he comentado, en alguna oportunidad que los lectores asiduos podrán recordar, acerca de lo mucho que me ha hecho pensar una afirmación del recordado Paco del Riego sobre mi comportamiento: "O que lle pasa a Alfredo Conde é que non sabe estar"; todo eso, me ha llevado a reflexionar de nuevo. Me han educado de muy distintas formas en un lugar y en otro y mi comportamiento oscila, quizá en demasiadas ocasiones, entre un modo y otro de ser y comportarme.

Y no solo eso. También te educa, te conduce a comportarte y a hacer gala de una ética o de otra, el hecho de desempeñar este o aquel trabajo, esta o aquella profesión e incluso el desempeño de las aficiones más sencillas. Los años vividos en Ourense, bien hayan transcurrido en la casa de mi abuela materna, bien en el colegio de los salesianos o en el desaparecido Colegio Menor Calvo Sotelo, en medio de un ambiente religiosa y políticamente diría que muy conservador, por no decir ultra o retrógrado, me han hecho de una forma y chocan frontalmente con los vividos en Pontevedra en casa de mis padres, no tan extremados, pero sí en el otro espectro político-religioso vivido con ellos, más liberales y abiertos, con otro sentido de la disciplina, de modo que el "educare" vivido en Ourense ha sido posible equilibrarlo con el conocido en Pontevedra. Eso para empezar.

El haber sido marino me indujo un sentido de la disciplina consistente en saber que uno debe hacer lo que debe en el justo momento en el que deba hacerlo, y el haber hecho el servicio militar en la Armada, en la de hace tantos años, no en esta de ahora, me indujo otro más, consistente en el taconazo y el "a sus órdenes" al tiempo que el silencio sepulcral del puente de un barco mercante se convertía en la algarabía del de un buque de guerra. A algunos no les gustará este comentario. Lo sé. Pero mentiría si lo dijese de otro modo. Tampoco el puente de un mercante es hoy lo que fue antaño. A los dos comportamientos anteriores debemos sumarle el derivado de estas dos educaciones recibidas. Y van cuatro… o cinco.

Una vez desembarcado trabajé en un banco. Tampoco tiene nada que ver el trabajo vivido entonces, la disciplina laboral allí adquirida con la que desarrollan hoy los bancarios. La banca y su ética tampoco son las mismas. Pero en mi caso ya van cinco. Unos años empleados en la docencia hacen subir el computo hasta la media docena. Súmenle un año de librero. Excuso decirle lo que pueden alterar la visión del mundo las tres legislaturas vividas como diputado y los dos años y pico ejerciendo la política ejecutiva como miembro del gobierno gallego. ¿Van ya, con estos dos últimos apuntes, las nueve éticas, los ocho comportamientos adquiridos?

No son cualesquiera comportamientos los adquiridos. Unamuno decía que existen tres clases de entes, a saber: los vivos, los muertos y... los marinos. Piñeiro me enseñó que los valores morales poco o nada tienen que ver con los valores políticos. Las "técnicas bancarias" imagínense lo que pueden dar de sí. Por eso si al fin y a la postre me he de salvar por algo ha de ser por haber ejercido la docencia sin haber creado escuela, ni discípulos dilectos ni predilectos y por llevar más de medio siglo escribiendo libros y viéndolos publicados habiendo conseguido que no haya sido nunca adscrito a ninguna escuela, tendencia, estilo o generación. Ahora entenderán los lectores estos mis devaneos semanales, estas incursiones por parajes no siempre frecuentados, ni personal ni literariamente y sabrán entender y disculpar esta continuada falta mía de "no saber estar" nunca por demasiado tiempo en demasiados sitios. Mi difunto padre diría de mi que tal y no otra es la condición del animal.

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