Opinión

¿Qué diría hoy Tibnerio de nosotros?

Tácito recuerda -lo hace en sus “Anales”, III, 65- que en sus tiempos había noticia cierta de que Tiberio, en cada ocasión en la que abandonaba la curia, solía hacer el comentario siguiente: "¡Qué hombres tan propensos a la esclavitud!". Solía hacerlo en griego e ignoro si en voz muy alta pero suficiente, en todo caso, para que la consideración que mostraba hacia sus semejantes fuese oída de modo que haya llegado hasta nuestros días.

Tiberio no era, al parecer, gran amigo de las libertades públicas… o eso afirman no pocos historiadores porque hay otros tantos que afirman que sí lo era y que lo que tenía era un carácter difícil, un carácter que no le impidió administrar bien y entregarle a Calígula un imperio bien abastecido y estabilizado. Es posible que me equivoque en herencias y traspasos así que, quien no se fie, debe comprobarlo y, acto seguido, perdonármelo pues una incerteza más, habida entre tantas otras como las que día a día estamos viviendo, poco interfiere ni significa en todas las líneas que han de seguir a estas... o eso espero.

Lo que yo creo que le pasaba a Tiberio (admito que esta mía se trata de una opinión personal que no debe tener mayor trascendencia ni difusión) es que despreciaba profundamente la sumisión de aquellos que seguían sus dictados sin rechistar ni decir, siquiera, pio, pio, aunque solo fuese para despistar. Lo pienso así porque si en una democracia representativa como la nuestra no llegan a la tribuna parlamentaria más iniciativas que aquellas que autoriza la camarilla dirigente de cada uno de los grupos de diputados no es difícil imaginar que al menos un larvado desprecio por sus subordinados anide en las mentes de esos cuatro o cinco privilegiados con derecho de pernada intelectual sobre los que debieran ser considerados sus iguales.

Tan debe de ser así como se supone y comenta sin darle la más mínima importancia que, llegado el caso, algunos personajillos de segunda o tercera bancada, o de segundo y tercer habitáculo en el vientre de la hidra, acaso en algún ventrículo de su alborotado corazón, se hayan atrevido -incluso sin saber griego, a desearle al pueblo llano por un lado "que se joda" (Andrea Fabra, 2012) o por el otro a expresar su enorme deseo de "darle un corte de manga de cojones y decirles pues os jodéis" (C. Martínez, 2018) dirigido, claro está, a los pensionistas que no son, al parecer, tan sumisos como se esperaba.

Por eso, a la vuelta de los años, los deseos de la señora Fabra, o los de la señora Martínez, han de ser objeto de valoración ambivalente según el talante o la opinión que tan distinguidas damas les merezcan por separado.

Cómo es posible tanto desparpajo, desprecio tanto y altanero, por parte de todo un colectivo que si de algo puede presumir es de poder contar entre sus filas con los autores de los mayores alardes de desprecio y rancio supremacismo habido en las últimas décadas vividas en este país, superados tan solo por las idioteces, propias de quien la agarró de tintorro, expresadas por el noi Quim Torra a lo largo de su ya dilatada existencia política.

Cuando esto está siendo escrito viene en los periódicos la noticia de que, después de veinte años, ya están finalizados los trámites administrativos que han de hacer llegar (si es que algún día lo hace) el AVE a Galicia. Veinte años durante los que hemos visto todo lo que será mejor no pormenorizar a fin de no amargarle la mañana a nadie, mientras íbamos obteniendo la conclusión, triste y aciaga conclusión, aunque por otro lado evidente, de que el que no llora no mama que, a fuerza de evidencias, se ha ido transformando en otra sustancialmente distintas, a saber: aquí, el que no hace llorar, no chupa de la teta del Estado. ¿Qué se puede colegir si no de la política de incentivación económica, llamémosle así, seguida con el País Vasco, aplicada también al AVE, aunque igualmente a otros efectos presupuestarios, o de la practicada en Cataluña a lo largo de años hasta culminar en las concesiones habidas en los últimos meses?

La lección aprendida es terrible. Solo de la confrontación, únicamente desde la tensión y la amenaza, el Estado despliega sus encantos. Nosotros aplicando el sentidiño y el podía ser todavía peor, el no nos quejemos que hay que ser solidarios y comprensivos, mientras que la doctrina empleada en otras áreas en las que la Historia avala en mucha menor medida sus pretensiones que en el caso de las nuestras, empequeñecidas por la falta de concreción política, llevan años aplicando la máxima de leña al loro hasta que aprenda el catecismo con los resultados que todos constatamos y sin que los distintos gobiernos centrales se despeinen lo más mínimo. O lo que es peor siguiendo una práctica política tendente a que los problemas se resuelvan por si solos que lo único que consigue es que se vayan agrandado y, por decirlo rápido, emputeciendo.

¿Qué diría hoy Tiberio de nosotros, qué de nuestra sumisión de bueyes mansos, qué de la pasividad que nos corroe? La verdad es que no debe hacer falta saber griego paras entender el que se jodan y el os jodéis pronunciados por tan acrisoladas damas.

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