Opinión

¿Quién lee hoy a Proust?

Leí, lo hice en algún sitio, que la novela es un género burgués. Puede que sí, que lo sea; pero también puede que no. En cualquier caso suena bonito y sugerente; por lo tanto voy a dejarlo sí. ¿Qué les parece? ¿Una perogrullada más de las mías? Pues también vale. Una perogrullada. Sigo.

Estamos acostumbrados a admitir, compartiéndolo, el criterio de que el XIX es el gran siglo de la novela, o eso afirman los profesores, no seré yo quién se lo niegue. Ellos están acostumbrados a estudiar y a comprender como la novela nace con la burguesía y acompaña a esta durante los siglos en que se convierte en la clase social hegemónica no solo a efectos socio económicos sino también culturales y quizá sea por eso por lo que, ahora que la burguesía las tiene tan negras y crece una plutocracia multinacional y desmedida, la novela esté desapareciendo; al menos entendida como hasta ahora la entendimos y con ella allá se va la clase media.

Sé que, estas mías, son divagaciones tan propias del verano como impropias de un artículo periodístico; sin embargo, admitámoslas atribuyéndoselas a una  inevitable ola de calor que nos caliente la cabeza, aflojándonos las meninges y permitiendo que de tal modo flote el cerebro en una especie de vacío (no sé si existencial) que induce a estas y aun a otras, tonterías. 

Lo supongo así porque acabo de acordarme de Murasaki Shikibu, la extraordinaria autora de la novela titulada "La novela de Genji", escrita en la segunda mitad del siglo X, en pleno Japón Imperial, con lo que las anteriores divagaciones se nos pueden ir al carajo dejándonos expuestos a todo tipo de consideraciones. ¿Dónde estaba la burguesía entonces? A no ser, claro, que no se trate tanto de una determinada clase social como de un concreto sistema de valores que ande dando saltos por la historia, yendo de un siglo a otro, desapareciendo y surgiendo, según la pendular historia que Toynbee dejó descrita. Ahí (y así) se lo dejo a ustedes para que discrepen a su gusto. ¿Existían esos valores en el Japón Imperial? ¿los poseía Shikibu? Pero antes recuerden que, una vez fundada  Heian Kyo, es decir, la actual Kyoto,  "la ciudad de la paz y la tranquilidad" no existió un movimiento cultural capaz de permitir, durante cuatro siglos, la presencia de una minoría, culta y refinada de apenas el 1% de la población, que hiciese posible el surgimiento de valores morales e intelectuales con los que gentes como Murasaki Shikibu, pudiesen ayudarse de forma que hoy podamos leer sus obras pues nos resultan tan próximas como puedan serlo las de Marcel Proust, sin duda alguna.

¿Quién  lee hoy a Marcel Proust? Los más de los hijos de aquellos pequeños burgueses que desde distintas opciones, diferentes barreras y peligrosas  barricadas, afrontaron el mayo del 68, están entretenidos hoy con sus link y sus twiters, con sus WhatsApp y sus Facebook, absortos en su contemplación y divertidos, entretenidos, mientras no se relacionan con las personas que tienen al alcance de sus manos. Lo hacen, en cambio y en el mejor de los casos, con las pequeñas imágenes que puedan aparecer en las pantallas de sus teléfonos móviles.

El otro día y a propósito de lo escrito aquí, un compañero del viejo bachillerato, me hacía reflexionar sobre mi sospecha de que esta nuestra sea una sociedad que baila, es decir que se expresa y comunica, más que a base de palabras, al ritmo que marque la última canción del verano o el cantautor de moda. Si las conferencias, las lecciones magistrales, nacieron al amparo de los salones de las damas ilustradas a las que concurrían unas minorías cultas ¿me explica alguien si los macro conciertos constituirán hoy un fenómeno en cierta medida equivalente? Gran parte de la juventud que antes leía novelas asiste ahora a ese tipo de manifestaciones culturales porque la cultura ha evolucionado hasta llegar a ello. Sé que esto es una exageración, así que también lo dejo ahí por si pudiera tener algo de cierto. Y algo pudiera tener. 

Estrangulada la presencia de la clase media, que venía siendo algo así como la de una pequeña burguesía sustentadora del sistema de valores ilustrados, la sociedad se ha dividido entre una inmensa masa de asalariados y un pequeño e inmensamente poderoso grupo social de especuladores financieros, propietarios de multinacionales de la alimentación o de la industria, la comunicación o los transportes, escasamente dispuesto a perder su tiempo con lecturas como las que contienen las novelas que median entre las de Shikibu o Cervantes, o las de Galdós y Cela, por no recurrir a Proust o Henry James, mientras que la inmensa mayoría de la población baila y se entretiene, las pasa canutas y va al futbol al tiempo que los científicos, los médicos, los arquitectos, los ingenieros y los profesionales especializados, formados en nuestras aulas rinden sus frutos en otras sociedades y nuestros becarios, nuestros profesores, ya quisieran disponer de sueldos como los de los taxistas que tantas están armando porque la revolución tecnológica se les está viniendo encima.

Así que poca novela queda por delante. Tendremos, eso sí, series de televisión a mazo y, de resultas de ellas, la proliferación de los textos que les hayan dado lugar, como mucho, porque no es de esperar que los guiones resulten atractivos a los lectores medios en los casos en los que las series se apoyen solo en ellos y no en unas novelas. En resumen, que el mundo ha cambiado y que a ello hemos ayudado todos sin apenar habernos dado cuenta.

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