Opinión

Seguramente no está pasando nada

El jueves hablamos aquí de Don José Souto Vilas, aquel excepcional profesor de Física y Química, catedrático que fue de su asignatura por oposición rigurosa, de las de antes, de cuando un catedrático era un catedrático y no iban a dar clase en camiseta y una oposición era un oposición y un catedrática un catedrático. Ustedes ya me entienden.

No sé que le habrá parecido a su hija, que también fue profesora nuestra en quinto de bachillerato, el que haya calificado a su progenitor como de excepción, pero lo era. Lo fue, además de director del Observatorio Meteorológico de la Ciudad de Ourense, también por oposición, cuando la ciencia meteorológica no la resolvían los ordenadores a base de algoritmos y estadísticas, como ahora, cuando los presentadores de televisión nos lo anuncian, nos anuncian el tiempo que va a hacer, bailando como si fuesen danzarines de ballet intercalando a anuncios publicitarios que no siempre viene muy a cuento.

Está visto que esta semana, la que hoy acaba, ha de estar dedicada los hermanos Souto Vilas, oriundos de Arzúa, geniales los dos en no pocos de sus comportamientos.
Don José nos obligaba a entrar en clase debidamente trajeados, la corbata bien anudada en su sitio, el pelo mejor húmedo y recién peinado, los zapatos brillantes pese a haber jugado con ellos al fútbol durante la siempre escasa media hora de recreo. Unos lo arreglaban, mal que bien, con su saliva; otros, bien que mal, con un cepillo y una bayeta que solían transportar en la bolsa del bocadillo que mordisquear en el recreo. Don José odiaba el fútbol –“esos muchachos corriendo detrás de la pelota como lobos detrás de las ovejas”, solía decirnos- y amaba lo que él llamaba “el noble deporte de la pelota vasca”. Por eso algunos nos afanábamos en jugar al frontón durante el recreo pues se decía que acostumbraba a ojear desde el piso superior para comprobar quienes eran los lobos y quienes las ovejas.

Está semana me acordé de Don José haciendo zapping mientras buscaba el canal 71 en el que el Nat Geo Wild de los documentales que a mi tanto me entretienen cuando me limito a contemplar las imágenes que ofrecen mientras me abstengo de escuchar las mismas historias que siempre suelen acompañarlas, haciendo ese zapping les decía, se me coló una tertulia de comentaristas deportivos que, si no fuese porque hablaban solo de fútbol hubiese hecho las delicias de don José. Iban todos vistiendo un traje de buen corte, riguroso y serio, encorbatados debidamente todos ellos, serios y circunspectos mientras se dirigían a sus asientos, educados y correctos, saludadores e incluso sonrientes en algunos casos, pocos, la verdad. Aquello parecía una incorporación al aula de Física y Química de don José, en el piso de arriba, después de la hora del recreo.

Quedé poco menos que petrificado y me dispuse a escuchar sus intervenciones. ¡Hablaban como catedráticos! No se interrumpían, respetaban los turnos de intervención, ofrecían análisis serios y rigurosos de las tácticas ofensivas y defensivas de los distintos entrenadores., opinaban sin acritud ni malos modos ¡Daba gusto oírlos! Nada que ver, en absoluto, con las tertulias políticas en las que los tertulianos se interrumpen, ofrecen rostros crispados y rictus perversos en sus labios y cualquier día de estos se muerden entre ellos. Por si fuera poco, muchos de ellos ofrecen desaliñados aspectos que en nada ayudan y, en el caso de las tertulianas, incluso ofrecen con generosidad vistas que van mucho más allá de la escotadura supra esternal y alcanza hasta el canalillo que inevitablemente suele deslizar nuestra mirada por el tobogán de sus senos hasta unos abismos que me disculparan que no señale. ¡En estos tiempos! No sé qué dirá esa concejala de Madrid que acaba de emprender una cruzada contra los hombres que se espatarran en los bancos de los parques y a animar los semáforos de los pasos de peatones con dulces imágenes de sendos varones cogiditos de la mano. ¡Y yo hablando el otro día de que estos son tiempos de camisetas y de no sé qué otras tonterías cuando lo que está pasando es algo más que lo que yo decía! ¿Y qué es lo que está pasando? Pues seguramente nada y que, lo que sucede, sea que estoy envejeciendo y empiece a no entender ya nada. No se preocupen los más jóvenes de los lectores que a no tardar a ellos también les habrá de llegar la hora.

Los comentaristas deportivos se expresan como doctores en la ciencia que dominan, los comentaristas de la actualidad político-social se comportan como marujas discutiendo en un patio de la vecindad, los del corazón lo hacen como si los asuntos de los que tratan a diario fueran trascendentes e importantes y los programas culturales, los que quedan, suelen ser un coñazo insoportable. Es lo que va de ayer a hoy. El otro día me preguntaron qué opinaba sobre la afirmación de alguien en el sentido de que la cultura no da de comer. Fue en Italia, y respondía como se imaginan los que me conocen. El 1% del PIB español corre a cuenta del mundo del libro, otro 1% al resto de las expresiones culturales del país. En los EEUU, ese 2% nuestro alcanza el 12% de los presupuestos norteamericanos. Esa es la diferencia entre ellos y nosotros, la que media entre un imperio y un estado algo dislocado como el nuestro. Habrá que ver su TV y leer su prensa por si nos indicaran algo.

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