Opinión

La temible unidad de España

Es de suponer que si no todos sí los más de entre nosotros, de entre ustedes y yo, buscadísimos lectores, estaremos de acuerdo en que, una parte elocuente de catalanes, muy constitucionalistas, lo que se dice mucho, mucho, no lo son. Les asiste el derecho a no serlo, a discrepar y también a manifestarlo y, al resto, no le negaremos el que les asiste el de contradecirlos; aunque, eso sí, a parte de ese resto también deberá reconocérsele el derecho que le asiste a contrariar a unos o a otros según cada personal criterio. De igual manera, al totum revolutum resultante, o sea a todo quisque, se le deberá exigir que las discrepancias y las decisiones que resulten de ellas sean llevadas a cabo de forma democrática y tranquila, responsable y llena de respeto hacia aquellos a los que sus decisiones contraríen.

La verdad es que mucho, lo que se dice mucho no está siendo así. Por una parte, los catalanes discrepantes, quieren imponer un diálogo consistente en que el resto asienta a sus pretensiones, sin más ni más, y, por otra, los partidos políticos con escaso sentido del Estado -e incluso de la Constitución- hacen leña de las actuaciones del Ejecutivo cada vez que estas se refieren a Cataluña. Lo acusan, con denodada insistencia, por ejemplo, de pactar y doblegarse ante los independentistas catalanes que atacan lo Constitución y, al mismo tiempo, son ellos los que pactan con los que quieren no sé sabe ya si romper o fragmentar España, ignorando que la Constitución establece una España en la que las Autonomías tienen bastantes más competencias que las concedidas a los Estados pertenecientes a no pocas repúblicas federales y que son las que pretenden abolir.

Este es un país de locos. Mientras proceden del modo que acaba de ser reseñado, estos partidos constitucionalistas, no tienen el más mínimo empacho en pactar con un partido apenas recién nacido que, en sus declaraciones programáticas, afirma querer destruir la unidad de España. La establecida constitucionalmente en 1978, vigente y resumida en ese concepto que reconoce las nacionalidades existentes y la mantiene más firme y más cierta en su diversidad. ¿Será que estos partidos que así proceden no son tan constitucionalistas como ellos pretenden afirmar? ¿Será que la unidad de España, la manoseada unidad de España y el concepto que la encierra, más que explicarla, se trata de una inventio tan grande, o más, porque es mucho más perjudicial, que el de la presencia de los huesos de Santiago en el sarcófago en el que nos dicen que están conservados?

La famosa unidad, el manoseado concepto de la unidad de España, atribuido a los Reyes Católicos, no es el mismo que el que propaló el franquismo y ha cundido hasta el punto de que ya confundamos churras con merinas. Los Reyes Católicos crearon, eso sí, el primer estado moderno, pese a haberse equivocado (en aras de una pretendida unidad religiosa) con la expulsión de un empresariado judío que ya se había aventurado dando los primeros pasos de un capitalismo inicial y de unos árabes que dominaban la ganadería y la agricultura, las técnicas agrícolas y ganaderas, constitutivas del entramado industrial de aquellos tiempos. Pero respetaron los reinos españoles. Todavía en tiempos de Felipe II, Antonio Pérez, su secretario, se acogió a los fueros de su reino aragonés para así escapar de las manos de quien había decidido la muerte del duque de Montigny, embajador de Francia, ejecutado en prisión, al parecer bajo, las órdenes directas del monarca comilón y mujeriego.

La unidad de España, la idea de España. He ahí una expresión temible cuando se convierte en única y se le concede a unos el derecho de interpretación al tiempo que se les niega a otros. España fue grande y libre mientras la Casa de Austria reinó en ella y dejó de serlo con la llegada de la Casa de los Borbón que la "unificaron". Tan inconstitucional y mereciente de la aplicación de medidas constitucionalmente legales es la actitud de los supremacistas catalanes, independentistas que se quieren al margen de una realidad históricamente asentada, y pretenden conseguirlo por la vía del "así porque así me da la gana", como inconstitucional es la actitud de los militantes de extrema derecha que pretenden conculcar lo constitucionalmente establecido al afirmar que su pretensión es la de acabar con las autonomías; es decir, romper la unidad de España entendida del modo que propició, en los últimos cuarenta años transcurridos desde su implantación, la época de mayor progreso y bienestar nunca conseguido hasta ahora. por el conjunto de la ciudadanía española,

La razón de por qué es criticado el actual presidente del ejecutivo central (por apoyarse en el voto de los partidos independentistas para poder continuar gobernando) y no lo son los dos principales partidos de la oposición al pretender apoyarse, para poder empezar a hacerlo en Andalucía, pactando con quieres quieren abolir la actual composición del Estado es un misterio basado en arcanos que se deberían haber superado hace ya tiempo y tiempo. Será, es un suponer, que las actuales generaciones o leyeron poco y están muy desinformadas o será, acaso, que lo que sucede es que nadie escarmienta en cabeza ajena y necesita hacerlo en la propia. De momento lo único cierto es que este sigue siendo un país de locos ajenos al uso de la razón y propicios a la exacerbación de sentimientos. Unos que arre, otros que so, y así no hay modo.

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