Opinión

Pequeño viaje al Gran Bilbao

El fin de semana pasado tuve el gusto de regresar al Gran Bilbao. Una comida familiar hizo que sin dudarlo emprendiera el viaje repleto de ilusión. No lo hacía desde el verano pasado. Donde hasta Zara tiene la planta baja más larga de todas sus tiendas en el mundo, en plena Gran Vía por supuesto. Un tiempo espléndido. Nada de días lluviosos y grises. Un azul desgarrador relucía sobre el Guggenheim que exponía pinturas de Van Gogh a Picasso y el legado Thannhauser que comprende obras de arte de finales del siglo XIX y principios del XX que Justin K. y Hilde Thannhauser donaron a la Solomon R. Guggenheim de Nueva York. Mediante fichas técnicas que incluyen documentación gráfica, analiza creaciones de grandes maestros, entre ellos, Braque, Cézanne, Degas, Gauguin, Manet, Matisse, Monet, Picasso, Pissarro, Renoir, Toulouse-Lautrec o Van Gogh, que han sido estudiadas con las últimas tecnologías. Además, se ofrecen ensayos de especialistas que arrojan luz sobre el desarrollo de algunas de las obras más importantes de estos fondos. 
Entre las obras maestras permanentes del Museo Guggenheim destacan: Iberia, la expresiva obra de Robert Motherwell sobre los desastres de la Guerra Civil española, a la que luego me referiré, frente a La gran Antropometría azul, de Yves Klein, dominada por el inconfundible tono que el artista patentó con su nombre, o la icónica imagen de Marilyn Monroe repetida una y otra vez por Andy Warhol, frente a la expresividad que preside el gran lienzo serigrafiado de Robert Rauschenberg: Barcaza. Los artistas alemanes Anselm Kiefer y Gerhard Richter, o los estadounidenses Jean-Michel Basquiat y James Rosenquist, también están presentes en esta muestra con trabajos destacados, ante las expectantes esculturas de Eduardo Chillida y Jorge Oteiza. Es cierto que puede verse más gente haciéndose “selfies” bajo la araña gigante y el puente de Deusto que dentro del Museo. 

Durante el corto lapso de tiempo de mi estancia, el presidente del Gobierno anunció la convocatoria de elecciones generales, el fin del expediente administrativo de la exhumación de los restos del dictador, se propagaron numerosos incendios forestales en Cantabria -como si no bastasen los que tenemos a nivel político- algunos de ellos estaban activos cuando pasé, justo donde acaba la meseta y comienza lo más parecido de todo el trayecto a Galicia. Los hidroaviones recogían agua en la Bahía de Santander, ante la mirada atónita de los viandantes, delante de la sede del Banco Santander en el precioso Paseo de Pereda. Al llegar a Euskadi se palpa la buena gestión del concierto vasco, la nobleza y la afabilidad de sus gentes. 
La transformación de Bilbao en los últimos años ha sido realmente espectacular, no digamos Barakaldo. Aún está en funcionamiento “el gasolino”, un barquito centenario que une las dos orillas de la ría, entre precisamente Barakaldo y Erandio, el transporte que emplearon tantos trabajadores para ir trabajar a los Altos Hornos, bajo la siniestra negrura de los humos provocados por la metalurgia y la niebla matutina, entre ellos mí abuelo materno. Por proximidad hicimos la comida familiar en Erandio. Ni que decir tiene de la exquisitez gastronómica vasca. Comentaba antes el Iberia, la obra de Robert Motherwell sobre los desastres de la Guerra Civil. Cuando la contemplaba recordé que la tarde anterior, tomando uno txikitos, visualicé una placa colocada entre las calles Ibarra y Jado de Erandio, informando que esta localidad fue bombardeada durante la guerra, en 1937. Aunque son más recordados los ataques de la Legión Condor sobre Gernika, Bilbao o Durango, la tenebrosa estampa de los aviones Heinkel y Junkers también dejaron un rastro de sangre y tragedia sobre todo en el barrio de altzaga, causando 37 muertos y cientos de heridos. 

Un tío mío presente en la comida, casado con una hermana de mi madre,  tiene una cicatriz provocada por la metralla de las bombas cuando era apenas un bebé, su madre se tiró encima para protegerlo y para salvarle la vida. De regreso una tenue lluvia caía sobre Ourense, un día gris, y una gestión palpablemente no tan buena, muy a mí pesar. Por suerte, en El Marcos Valcárcel sigue expuesta por unos días la muestra de arte privado que ha reunido por primera vez obras de destacados artistas europeos de los siglos XVI al XX, de importantes figuras como Esquivel, Bassano, Fortuny, Parada Justel, Sorolla, Van Dongen, Forain, Valtat, Castelao, Laxeiro, Dalí, Granell o Fernández Mazas, y de escultores como Asorey y Benlliure. Hay que felicitar a los promotores de nuestra hermosa Atenas. Nada mejor que refugiarse ante el panorama que se avecina en tres placeres, viajar, la gastronomía familiar y el arte. Agur.

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