Opinión

Día de 'Acción de Gracias' o Thanksgiving

Ya de mañana. «–Buenos días, y feliz día de ‘Acción de Gracias’». O mejor: Good morning and a happy Thanskgiving Day. Es el día más celebrado del año en Estados Unidos; y lo es en Canadá, aunque sin tanta euforia. Siempre el último jueves del mes de noviembre; el día más señalado en las calendas norteamericanas. Las universidades cierran sus aulas un día antes, y los aeropuertos son un gran hormiguero de viajeros: Los aviones cruzan el país de norte a sur y de este al lejano oeste (Far West) para juntar a familias (un año más) en torno a una larga y jubilosa cena. Se inicia a eso de las cinco de la tarde y se extiende hasta cercana la medianoche. Y en el centro de la mesa, un robusto pavo, horneado, acompañado por una gran variedad de verduras propias del otoño. El maíz es también parte esencial del ritual. Y lo es el relleno del pavo, el puré de patatas, de arándanos, de calabaza. Y las velas de de color rojo. Agrupada toda la familia, invitados incluidos, un minuto de silencio: manos unidas, unas con otras, y una breve plegaria que dirige la cabeza de la familia: «¡Oh, Señor!, te damos gracias por todos los bienes recibidos, por la presencia de nuestros seres queridos, por . . . , por . . . y por . . .». La plegaria, espontánea, a media voz, las cabezas inclinadas, se cierra con un rotundo Amén. 

Se conmemora, a medio camino entre historia, mito y leyenda, un lejano 21 de noviembre de 1621, en el que un barco con ciento dos pasajeros (Mayflower) tocó las costas cercanas a Boston y amarró sus anclas en un puerto llamado Plymouth, en recuerdo del que zarpó situado al sur de la costa inglesa. Los recién llegados no eran descubridores, ni exploradores ni conquistadores; eran miembros de una congregación religiosa que, al margen de la iglesia de Inglaterra y de la Iglesia Católica, se obstinaban en seguir la doctrina más pura de los primeros protestantes, considerados como estrictos puritanos; fieles seguidores de Lutero y de Calvino. El dogma de la predestinación era una de las marcas que diferenciaba su doctrina: Dios a su voluntad predestina a quien se salva y a quien condena.

La travesía fue penosa. Le llevó al Mayflower sesenta y seis días cruzar el océano Atlántico hasta llegar a las costas del Cabo Bacalao, el 9 de noviembre de 1620. Ciento veintinueve años antes, y en seis semanas, Colón arribó a la isleta de los lucayos, conocida por los indios como Guanahani. Apenas hubo bajas en este primer viaje de Colón. Los del Mayflower quedaron diezmados en la mitad. Sobrevivió el resto gracias a la ayuda de los indios locales, generosos y hospitalarios. Les suministraron maíz dulce, verduras, y, sobre todo, aves silvestres: gansos, ánades y una rara ave para ellos desconocida, un pavo. La dieta se repite año tras año el día de Acción de Gracias como recuerdo de la generosidad de aquellos indios que salvaron de la hambruna a unos peregrinos (Pilgrims) en busca de su libertad religiosa 

Llegaron exhaustos, hambrientos y enfermos. Y ya recuperados, abocados a seguir el culto calvinista, eligieron un día de la semana para agradecer a la divina Providencia su bienestar. Llegadas las cosechas del otoño, los nuevos pobladores (Plymouth Plantation) consagraron el ritual de acción de gracias, en un primer momento de forma esporádica, y a lo divino; años más tarde como un acto civil, cultural y simbólico, con claros tintes antropológicos, nacionalistas y de identidad.  En plena Guerra Civil americana, el presidente Abraham Lincoln lo fijó como día festivo nacional.

El culto a la memoria histórica tiene en esta celebración una doble lectura: un día de celebración para los que llegaron salvos a las costas del estado de Massachusetts, en 1621; un día de dolor para los nativos americanos, hacinados en reservas a lo largo de todo el país, previo el genocidio cultural y físico llevado a cabo por los nuevos colonos. O también una manera de mitificar la historia de unos peregrinos (que por motivos religiosos y bíblicos rompieron en sus país), y la de unos nativos, que en un primer día admiten a los advenedizos para que juntos participen del mismo pan y de la misma mesa. 

Mi primer Thanksgiving tuvo lugar en la casa de David Rice y de Jane, su esposa. La comida se inició con una plegaria, las velas encendidas en el centro de la mesa, las manos recogidas, las cabezas inclinadas y un Amén final, respetuoso. Caía la tarde, ya camino del invierno. Los árboles desnudos, una tibia brisa, helada, cortaba las mejillas y removía las sienes. Inolvidable aquel primer Thanksgiving en casa de los Rice. 

Parada de Sil

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