El Colegio de Arquitectos volvió a ser ayer tarde la única voz que clama en el desierto del silencio vergonzante que las llamadas -y cada vez entiendo menos por qué- “fuerzas vivas” de Ourense (esas que quedaron afónicas reclamando soterramientos e inversiones sin límite cuando gobernaban otros) mantienen sobre la integración del AVE que intenta perpetrar el PP.
Ante una animosa, aunque lamentablemente insuficiente “plataforma ciudadana”, el Colegio de Arquitectos volvió a mostrar con sobrados argumentos técnicos la fotografía en blanco y negro de un proyecto que debiendo ser clave para la reordenación de una parte importantísima de nuestra ciudad ha derivado en una racanería deslavazada.
Un pastiche que, entre otros “lujos”, no garantiza en términos homologables la intermodalidad tren-autobús, ni la movilidad ni la permeabilidad urbanas, y que, además, proyecta un gran muro a lo largo de la Avenida de Marín que en los próximos cien años bien pudiera ser el de nuestras lamentaciones por lo que ahora estamos consintiendo: Un simulacro de integración urbana que Ni planifica-Ni mejora, Ni integra-Ni une, Ni ordena-Ni racionaliza, Ni sutura-Ni conecta. Una estación, en fin, Ni bella-Ni útil, para acoger el AVE Ni-Ni del PP.
