Quince mil jóvenes menos en una década. El futuro de esta provincia se desvanece a una velocidad de 1.500 chavales al año. Es un dato estadístico, objetivo y objetivable. Frente a él están las manifestaciones realizadas ayer por el presidente de la Xunta: "Galicia es una de las comunidades con menor flujo migratorio", "hay más futuro ahora, en 2014, que cuando nos entregaron la Xunta en 2009". Son frases de autoayuda, un mal intento de aminorar con placebos la creciente anemia demográfica que golpea esta provincia. Lo cierto es que ni él ni nadie hasta ahora ha acertado a recetar la medicina adecuada para esta provincia. Así lo certifican los empresarios, políticos y sindicatos que hoy reclaman cosas como ayudas a los emprendedores, actitudes críticas y reivindicativas, suelo industrial barato o un estudio serio sobre las potencialidades del medio rural. Pedir esto a estas alturas es lo mismo que reconocer que no se ha hecho nada.
