Opinión

Ourensano crítico universal

Es no sólo ladrón, sino hombre ruin y vilísimo, el que en demanda injusta, usando de la trampa, usurpa lo ajeno; el mercader que pide sobre el justo precio; y, más que todos, el que admite el soborno.” La lógica no ha sido nunca el fuerte de los españolitos, aunque sí de los gallegos, que tenemos “el espíritu crítico de los franceses”, según observaba Risco. Tal es el motivo, nos parece, de que afirmaciones como la del inicio de este artículo no precisen de la autoridad de “especialistas” para certificar su vigencia. El fragmento aquí transcrito es una mínima parte del “Teatro Crítico Universal”, de fray Benito Jerónimo Feijoo, el ourensano de Casdemiro que brilla, varias centurias después de su fallecimiento, entre los excepcionales pensadores en lengua castellana.

Reducido, sin duda con la mejor voluntad, a la estatua de nuestra infancia frente a La Viuda de Lisardo y al mercadillo de chistes, “vendo, compro, chorizo”, que manejábamos, cuando podíamos, los domingos. Las debilidades propias de la edad –el P. Feijoo nos perdone, seguro que sí- nos inducían al bajar Lamas Carvajal y, a la altura de los Jardinillos, reír y decir indefectiblemente: “Mira cómo se la pela“, refiriéndonos al Padre Feijoo pluma en ristre.

Pero volvamos a este fraile cuya superioridad intelectual le permitió una inmensa obra enciclopédica y, más difícil todavía, salvarse del Santo Oficio, en los antípodas del indeseable “lejos de nuestro ánimo el funesto vicio de pensar.

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