Opinión

Patrón de Ourense

Martín de Tours, nacido en la actual Hungría (316) y fallecido en Tours (8-11-397), es sin duda uno de los santos más populares de la Iglesia. Lo celebramos los católicos en este día 11 de noviembre y en incontables lugares del mundo, y mañana lo honran los ortodoxos. Igual lo veneran los evangélicos y algunas confesiones protestantes. Y tanto en sus respectivos ritos como en rito bizantino.

Patrón de soldados de Francia y Hungría y en incontables lugares de todo el orbe. Es el patrón de Buenos Aires; de Bucaramanga, en Colombia, por los milagros allí realizados y por su humildad; como ejerce su patronazgo en la actual Hungría, su país de nacimiento en numerosísimas ciudades y pueblos. También en México lo es de muchas poblaciones, y entre ellas Puebla, donde reposa el beato ourensano Sebastián de Aparicio. Y en Veracruz, en el Estado de México y muchos más lugares. Es célebre en los Países Bajos la fiesta del 11 de noviembre en honor de San Martín. En Utrecht hoy los niños caminan por las calles portando faroles yendo de casa en casa acompañados de sus padres pidiendo dulces o fruta. A las puertas dejan una vela encendida esperando la visita de los niños. 

Y en la Península Ibérica, gracias a su intervención, se convirtieron al cristianismo el rey suevo Carriarico y todo su reinado. Los suevos eran arrianos y gracias a las reliquias que el abad Martinho de Dume, en Portugal, que mandó buscar a Tours, se produjo el milagro de la curación del hijo del rey y consecuentemente el reino abandonó el arrianismo y se convirtió a la fe cristiana. Esa evangelización al frente de la que estaba el dumiense, entró por el sur ourensano dejando su señal. Así, existen gran número de parroquias dedicadas a San Martín. La primera, la Catedral ourensana, y posiblemente muchas de otras parroquias, como San Martin de Domés, se deban al abad portugués.

Ourense y todas las diócesis y regiones españolas poseen incontables parroquias que honran como titular a este húngaro que fue intrépido militar y fogoso apóstol. La leyenda más famosa en torno a su vida sucedería en el invierno de 337, cuando en Amiens encuentra a la puerta de la ciudad un mendigo tiritando de frío, a quien da la mitad de su capa, pues la otra pertenece al ejército romano en que sirve. A la noche siguiente se le aparece Cristo vestido con la media capa para agradecérselo. Esta es la escena que se ha preferido para su representación. Martín decide entonces dejar el ejército romano y convertirse. Se bautiza y sigue a San Hilario de Poitiers. Obispo desde el año 370, hizo frente con la colaboración de su paisano Martinho de Dume al agnosticismo, maniqueísmo, arrianismo y priscilianismo. Estas dos últimas, herejías instaladas en el norte de Portugal y sur de Galicia. 

Un corazón sensible que luchó para que nunca fuese ejecutado Prisciliano. Le costó gran disgusto, porque el obispo de Mérida, Idacio, estaba empeñado en ello y lo consiguió. Martín, afligido y enfadado, rompió relaciones con Idacio. Y solo se reconcilió cuando se lo exigió el emperador a cambio de terminar las ejecuciones priscilianistas. Su vida la escribió Sulpicio Severo el 397, año de su muerte. 

Como su festividad es el 11 de noviembre y coincide con la matanza del cerdo, de ahí viene la expresión: “A cada cerdo le llega su San Martín”.

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