Opinión

La letra no tan pequeña de la OCDE

El último informe económico 2017 de la OCDE, sobre nuestro país, presentado hace escasos días, nos puntualiza datos que no se han reflejado adecuadamente, con lo cual un análisis nunca puede ser preciso ni certero, por lo menos desde mi opinión. Así, y después de una lectura completa de este interesante e importante informe, desgloso aquello que no es tan positivo para nuestra economía, pero que es necesario conocer para poder tomar las decisiones correctas.

Y empiezo con nuestra productividad, que sigue siendo baja, y seguiré con la limitada capacidad del actual Gobierno para sacar adelante reformas estructurales en esta legislatura al no tener los apoyos necesarios. Comienzo reflejando de forma literal este extracto del informe y que me parece cristalino como radiografía: “De cara al futuro, para mantener el ritmo de crecimiento actual e incrementar el nivel de vida, será necesario continuar con las reformas para consolidar la recuperación de la economía y mejorar su potencial de crecimiento, el cual ha caído de manera significativa. Es importante estimular el crecimiento y la productividad reorientando el gasto hacia partidas como la educación, las políticas activas del mercado de trabajo y el I+D, las cuales son inferiores a las de los países homólogos y han descendido de forma significativa desde la crisis. Mejoras en la productividad, que serán fundamentales para mejorar el bienestar de la ciudadanía y para conseguir un crecimiento más inclusivo”. Bueno, pues esto mismo es lo que algunos "predicamos" en los últimos años y que la OCDE respalda en este completo informe. Una vez más el tiempo quita y da la razón.

A continuación voy desglosar los puntos débiles más importantes de nuestra economía, simplemente para que no veamos la botella medio llena o medio vacía, sino en su justa medida, por la mitad. Y empiezo: Un crecimiento que no llega a todos ya que actualmente hay grandes desigualdades entre las rentas altas y bajas. Un país sin presupuestos que ‘funciona’ con la prórroga de los de 2016. Una elevada desigualdad de ingresos y un elevado porcentaje de pobreza relativa. Unas más que elevadas contribuciones empresariales a la Seguridad Social, que suponen un 23,9%, mientras que en la media de la OCDE el porcentaje es del 15%, y según este informe, la elevada carga que soportan los empleadores se convierte en un desincentivo para aumentar la contratación. Una productividad que se ve frenada por las barreras existentes para crear y hacer crecer una empresa y con una baja innovación empresarial. Un marco regulatorio aún pendiente, que ampare la Ley de Unidad de Mercado, así como aprobar una reforma de los servicios profesionales. Una deuda pública desorbitada del 100% del PIB, lo que se convierte en todo un desafío, según la OCDE y según el sentido común de cualquier ciudadano. Y por último, un sector financiero que aún tiene que aligerar su estructura, reducir su morosidad y mejorar su eficiencia, ya que España es el segundo país con peor resultado de la ratio costes/ingresos y con más sucursales por cada 100.000 habitantes y tiene una tasa de morosidad superior a la OCDE.

En definitiva, que aún queda mucho camino para recuperar nuestros estándares de bienestar de hace una década y eso no es ser ni pesimista ni optimista, simplemente realista, lo cual me permite practicar una analítica objetiva y constructiva. Pero hay un punto que discrepo abiertamente del informe de la OCDE y es que más presión recaudatoria tal como recomiendan, no, nunca jamás. Más impuestos es igual a más desigualdad económico-social, y ese sí que no es el camino a recorrer.

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