Opinión

El oscuro laberinto catalán

El enorme problema creado, por oscuros e injustificables intereses, en Cataluña es una gran espada de Damocles que pende sobre este país. Un problema de convivencia y de confrontación que puede derivar en diversas actuaciones de menor o mayor intensidad, pero todas ellas perjudiciales para la ciudadanía en el conjunto del Estado. No tratan de defender ideologías, ideales o actuaciones sociales, económicas y políticas por el bien de los ciudadanos. Tratan simplemente de escenificar y ejecutar sus vanidades, egoísmos, sectarismos, cuotas de poder y camuflar fracasos de gestión de lo publico, así de claro.

Llaman a la desobediencia civil si no se atienden sus ilegales propuestas en un ejercicio de fanatismo radical que atenta contra la libertad de la ciudadanía, pero esto tampoco les importa, ni las trágicas consecuencia que ello pueda acarrear. Cuanta ceguera política y cuanto despropósito junto. Los que defendemos la regeneración democrática y la regeneración y renovación política encontramos motivos de sobra para seguir trabajando en esta senda, observando a estos personajes que una y otra vez nos meten en todas las ciénagas habidas y por haber, pero eso sí, ellos por supuesto observando desde lo alto de la colina el resultado del desaguisado que están originando. Sinceramente no sé como acabará todo este sin sentido, pero lo que sí tengo nítido es que los que crearon los conflictos no van ser quienes los solucionen. Por esto mismo solicito a las formaciones políticas honestidad, diálogo, consensos y renovación total y absoluta en las formas y el contenido para que que este país recupere la ilusión y confianza, y ello solo se logrará dándole solución a los problemas de los ciudadanos, no creándoles aún más.

No podemos consentir que movimientos políticos radicales y extremistas se aprovechen de la apatía, desilusión y de la crispación reinante en nuestra sociedad como caldo de cultivo para poner en marcha utopías y programas irrealizables que solo conducen a anarquías destructivas de la calidad de vida de la ciudadanía. La crisis brutal que aún vivimos y sufrimos exige cambios profundos y las formaciones políticas que no lo entiendan así están condenadas al fracaso electoral, y a aupar a tareas de gobierno a personas que creen que el fin justifica los medios. La sociedad de hoy está más informada y más sensible que nunca por la cuenta que nos trae, por lo que ya no nos valen los de siempre, o los de antes ante tamaño reto. Y esta misma sociedad exige renovación absoluta en personas y proyectos. Los que obvien o no quieran entender y comprender el directo, contundente y cristalino mensaje de los ciudadanos en este sentido, tendrán que asumir sus futuras responsabilidades ante el compromiso que significa la defensa, única y exclusivamente, del interés general de la ciudadanía.

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