Opinión

Minoría tecnológica

Seamos pragmáticos (todas y todos). Son muchas las razones que podemos invocar para que las mujeres accedan a la economía STEM (acrónimo en inglés de science, tecnology, engineering y mathematics) pero creo que con uno sólo basta para entender por qué es urgente que así sea. El estudio Women active in ICT sector, elaborado por la Comisión Europea indica que si las mujeres participaran en la economía digital al mismo nivel que los hombres el Producto Interior Bruto de la Unión Europea se incrementaría en 9.000 millones de euros cada año.

Más allá de las razones éticas o de justicia, este argumento resulta irrefutable. Es más, cabe preguntarse cómo es posible que los Estados miembros no estén trabajando de manera intensiva en esta tarea. ¿Cómo es posible que este asunto no figure en el orden del día de los innumerables Consejos de Asuntos Económicos en los que participan los ministros de economía de los 27?

No es la primera vez que desde esta humilde columna abordo una realidad que todos podemos palpar en nuestro entorno. Las chicas que eligen las ingenierías, las carreras informáticas o de base tecnológica son una minoría. Las estadísticas lo demuestran, de cada 1.000 graduadas en Europa sólo 29 salen de facultades relacionadas con la enseñanza de tecnologías de la información y la comunicación. Y lo peor es que estos índices están bajando. Tanto en España como en el resto de la UE la presencia femenina está por debajo del 15%. Es decir, vamos marcha atrás.

Todos los análisis apuntan a que la creación de empleo -la demanda de profesionales- proviene del sector tecnológico en todas sus vertientes. Iván Soto, investigador de Deusto Business School, escuela de negocios donde tuvo lugar la jornada Women in Steam el pasado 4 de febrero en Madrid, afirmaba al cierre del evento que “no hay trabajadores cualificados suficientes para atender la demanda de empleo que se está generando. Si las mujeres estuvieran al mismo nivel que los hombres, se estaría más cercano al nivel deseado”

Sin ánimo de ser pájaro de mal agüero, el futuro parece oscuro y la realidad es que, una vez más, las mujeres –nosotras ya no sino las generaciones que hoy acceden a las universidades- no podrán optar a ese enorme mercado laboral que se abre de la mano de la revolución tecnológica. Llevamos años quedándonos atrás y, lamentablemente, en las próximas décadas seguiremos fuera del bienestar económico, con todo lo que ello implica.

El origen del problema ya está identificado: las ramas tecnológicas y técnicas están desde siempre asimiladas a los chicos. Es por lo tanto imprescindible cambiar la imagen social que impide que estas áreas de conocimiento sean relacionadas con la mujer. Y esto se debe realizar desde la base.

Ya no se trata de abanderar reivindicaciones feministas clásicas en las que el elemento de justicia (legítimo por cierto) es el leitmotiv, es necesario comprender que las ramas técnicas son las motoras de la creación de empleo para las próximas décadas y que la igualdad de género será un elemento de incremento indiscutible de la competitividad.

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