Opinión

Un día histórico

Será el próximo jueves a las 10,30 de la mañana en el salón de plenos del Congreso de los Diputados, sede de la soberanía popular. El todavía a día de hoy Príncipe de Asturias será proclamado rey de España con el nombre de Felipe VI de Borbón, tras la abdicación de su padre Juan Carlos. Aunque se tiende a abusar del adjetivo en cuestión, no parece que en esta ocasión sea un exceso calificar de esa jornada como auténticamente histórica. Al fin y al cabo, no todos los días se produce un cambio en la titularidad de la Corona.

La abdicación del rey Juan Carlos y todo lo que le ha acompañado posteriormente ha estado rodeada de cierta polémica, más ruido mediático que otra cosa. Por un lado, se ha podido proyectar cierta improvisación por parte de las Instituciones afectadas en los pasos que había que ir dando a raíz de hacerse pública la decisión del todavía rey. Por otro, algunos partidos políticos de la izquierda y diversos sectores sociales han querido reabrir un debate entre monarquía y república, legítimo en sí, pero que no parece que preocupe en exceso a la mayoría de los ciudadanos. Un debate que además ha partido en algunos casos de un supuesto falso -el que los ciudadanos puedan elegir la forma de organizar el Estado que quieran- como si al votar la Constitución de 1978, no se hubiera ejercido esa elección en la forma de la monarquía parlamentaria que es lo que figura en la Carta Magna.

A partir del jueves se abre un nuevo periodo en la historia de España. Felipe VI llega al trono en un momento de grave crisis institucional y política en nuestro país. La desafección de los ciudadanos hacia las Instituciones y hacia a denominada clase política está en sus cotas más altas. El desafío soberanista planteado por los nacionalistas de CIU y ERC en Cataluña con fecha de referéndum incluida constituye un problema de primera magnitud, y no será el único, porque los nacionalistas vascos del PNV y Bildu están también al acecho. La profunda crisis económica que llevamos viviendo hace ya varios años también es otro factor de descontento social, pues a pesar de que algunos datos apunten a una cierta recuperación, lo cierto es que esta todavía no es percibida por los ciudadanos.

En cualquier caso, convendría no hacerse falsas ilusiones con lo que pueda hacer el nuevo rey Felipe VI. Al igual que su padre, seguirá siendo un rey que reina pero que no gobierna. Sus competencias y facultades están muy tasadas en la Constitución. En cambio, si se puede esperar del nuevo rey una serie de gestos, también palabras, que devuelvan la ilusión, la esperanza y la confianza en las instituciones a una gran mayoría de españoles que la han perdido en los últimos años. Y para ello, lo primero que tendrá que hacer Felipe VI es ser un rey ejemplar, muy ejemplar y cercano a los ciudadanos.

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