Opinión

ESPAÑA DE LUTO

No hay nada, absolutamente nada, que pueda mitigar el tremendo dolor por el que están pasando los familiares mas directos de las, en el momento de escribir esta columna, 78 víctimas mortales del trágico accidente ferroviario acaecido en la tarde-noche del miércoles a las afueras de Santiago de Compostela. La pérdida de un ser querido es siempre muy dolorosa, pero cuando esta pérdida llega no por causas naturales, sino de una forma tan inesperada y tan trágica como la que estamos comentando, entonces ese dolor se desborda y no tiene límites.


Todas y cada una de las, insisto que por el momento y confiemos que su número no aumente, 78 víctimas mortales tienen nombre y apellidos. Detrás de cada una de ellas -jóvenes o menos jóvenes, casados, solteros o viudos- había un proyecto vital que se ha visto truncado por mor de un accidente brutal. Si se confirma que la causa del descarrilamiento fue que el tren iba a 190 kilómetros/hora en un tramo que tenía una limitación de velocidad de 80, se puede uno imaginar lo que tuvieron que ser esos instantes -hay imágenes del momento del accidente realmente aterradoras- donde algunos de los vagones saltaron por los aires u otros quedaron reducidos a un amasijo de hierro. Es de suponer que algunas de las víctimas mortales fallecieran en el acto como consecuencia del impacto, lo cual, al menos, les ahorró un sufrimiento añadido.


Ante esta tragedia que ha conmocionado a toda la sociedad española -y no solo, porque hay que pensar en la enorme proyección internacional de Santiago de Compostela como punto de llegada del 'camino' que lleva su nombre y que han hecho a lo largo de estos años tantos peregrinos extranjeros-, los equipos de emergencia, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, el personal médico y sanitario han vuelto a dar lo mejor de si mismos y han demostrado una gran humanidad y profesionalidad. Por no hablar de los ciudadanos de a pie que colapsaron los centros hospitalarios de Santiago para donar sangre o que se presentaron en el lugar del accidente para ayudar en las tareas de rescate o simplemente para llevar agua y mantas a los heridos.


España es una gran nación que llora en estas horas a las víctimas del mayor accidente ferroviario ocurrido en nuestro territorio. España es un País solidario que sabe sufrir y estar unido ante tragedias de este tipo. Tragedias que cuando llegan nos sirven para relativizar muchas de las cosas que nos suceden en nuestro acontecer diario y ser conscientes de lo que realmente es importante en la vida y de lo que no lo es tanto. Descansen en paz las víctimas mortales y que Dios y el Apóstol Santiago ayuden y den consuelo a sus familiares y a los heridos en el fatídico accidente ferroviario.

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