Opinión

Las dos semanas de Casado

Pablo Casado, nuevo Presidente del PP, ha iniciado su andadura con auténtico ímpetu juvenil. Se ha movido más que una peonza y en cada aparición púbica ha tratado de marcar agenda, sabedor de cuál es su público actual y aspirando a conseguir el potencial.

Algunas de sus declaraciones han carecido de un cierto rigor. Hablar de millones de africanos o de que Sánchez estuvo en la foto del Aquarius, son fallos fácilmente evitables y desde luego no son suficientes para hacerle desde ya una enmienda a la totalidad como nuevo líder del PP. Le bastaría una pizca de sosiego para decir lo mismo que ha querido decir pero con la precisión necesaria para no dejar rendija alguna que cuestionara su mensaje de fondo. También en esto de hablar, las formas son importantes.

Es seguro, porque así ocurre siempre en todos los partidos sometidos a un cambio profundo, que tendrá descontentos dentro, algunos decepcionados porque esperaban lo que no han recibido pero si comparamos con procesos de otros partidos nadie puede cuestionar que su afán de integración ha sido real. En tan al 40% de los órganos directivos están representados por personas que en las primarias compitieron con él.

Acusar a Casado de ultraderecha o xenófobo es hacerse trampas en el solitario. Incluso aquellos que lanzan esta acusaciones, en el fondo de su alma no se lo creen y como aquí nadie puede atribuirse la representaron de TODOS los ciudadanos habrá que admitir que en el fondo de su discurso pueden ser muchos, muchísimos los españoles que se sientan representados. Nadie, ni el mismísimo Presidente del Gobierno -cosa que ya ha hecho- puede atribuirse seguimientos masivos y absolutamente mayoritarios sus propuestas o discursos.

De la misma manera que en estas líneas he abogado por dar al jefe del Ejecutivo los famosos cien días de gracias, esa misma reclamación se merece Pablo Casado que al margen del juicio que cada cual pueda hacer sobre sus primeros pasos, hay que pensar que solo lleva dos semanas al frente del Partido que, se quiera o no y mientras las urnas no digan lo contrario es el primer partido de España.

En este estreno como nuevo presidente del PP, Casado se enfrenta al famoso máster que en realidad era un curso. De momento no está imputado y sobre el lo que único _que no es poco_ pesa una conclusiones indicarías que atribuyen al líder el PP un dolo claro en la medida que la jueza sostiene que sin su concurso expreso y consciente nada hubiera sido como ha ocurrido. Habrá que esperar a septiembre a que el Constitucional tome las decisiones que le compiten y aunque tenemos el precedente de José Blanco que tras pasar el via crucis de verse acusado por tiros y troyanos de haber cometido un delito de tráfico de influencias, finalmente, el alto tribunal dio carpetazo al asunto.

Es habitual que cuando un líder se encuentra en situación complicada, los suyos opten siempre por su apoyo y por la presunción de inocencia, tan denostada, cuando no olvidada, en nuestro país. De esto el propio José Blanco habló claro en su momento reivindicando uno de los principios que informa nuestra sistema jurídico.

Habrá que estar a lo que dictamine el alto tribunal que con toda seguridad encontrara motivo de debate en la hilazon que la jueza hace entre los presuntos delitos de cohecho _ya prescrito- y la prevaricación. Al establecer entre ambos una conexión no fácil de sostener con el fin de evitar la prescripción, introduce una hilaron que a juicio de muchos juristas es un estiramiento "muy forzado" para, precisamente, evitar la prescripción. En cualquier caso, doctores tiene la Justicia y es a ellos a los que corresponde el veredicto final.

Sería ingenuo pensar que Casado no camina con una piedra en el zapato pero injusto es considerarle desde ahora mismo nada menos que autor de dos delitos que podrían conllevar su inhabilitación política. Algo ocurre y es aplicable a cualquier político cuando los términos se han invertido de tal modo que el que acusa puede sestear porque lo que se ha impuesto es que sea el presunto culpable quien tenga que demostrar su inocencia. Lo que hay que demostrar y esto corresponde a jueces y fiscales, es la culpabilidad y esto es lo que corresponde, de manera exclusiva, al Tribunal Supremo.

Mientras ello llega, toda prudencia es poca.

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