Opinión

En bici por A Rabeda de los paternos lares

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photo_camera Dominando la planicie de A Rabeda aun subsiste esta torre de Torán, desmochada o sin almenas, dependiente del Castelo de Allariz, en las inmediaciones de Mingarabeiza, solar de los Babarro.

Salgo una calurosa mañana, que por el frescor del paseo Barbaña,emboscado de alisos, fresnos y sauces, hasta el Pazo dos Deportes, tolerable, pero saliendo más adelante, cuando se enfila la empinada de Seixalbo ya los rigores del estío se sienten. Por el pueblo de buenas casas de piedra, el empedrado transmite frescor, pero yo me voy tras Ciudad de los Muchachos, atravesada la férrea vía por puente. Desapareció la circense cúpula, no hay vida por allá mientras pedaleo por térrea y cuarteada pista que me deja en O Cumial, tras esos almacenes e industrias del Alto. Una panadería enfrente cuando bajo hacia Ponte Noalla, atravieso la general y me meto por la ahora asfaltada pista, a una fábrica de ladrillos de la que solo la gran chimenea donde anidan cigüeñas, y alguna hay protegiendo a su nidada de los rigores solares con las alas extendidas y defecando fuera. Dicen que en sus viajes de ida y vuelta ocupan el mismo nido, en caso de que ya hagan estas migraciones, porque muchas se han hecho estacionarias; se piensa, que por el cambio climático, aunque siempre las hubo en Arnado, junto al Sil valdeorrés.

Un martilleo pesadísimo me alerta que próximo a Forjas de Galicia, la gran fundición antes Baorsa, fundada por Barreiros con capital de la Caja de Ahorros. Se trabaja a ritmo, a juzgar por el constante martilleo, cuando penetro por donde la urbanización de la llamada Ciudad del Transporte; me paro a echar un trago del bidón y observo el incesante trasiego de autos y camiones.

Después dicen que no hay nada, ni industria ni cosa parecida. En otros tránsitos, aquello bulle en vida, ese polígono industrial que 
fue creado por instituciones provinciales. El caústico pesimismo de muchos tóxicos que dicen que no hay nada, siempre está para empobrecerlo todo, porque no hay cosa que salven. Me desentiendo del industrial Polígono y tiro hacia la cima de Calvos, allá donde discurre un Barbaña que tiene agua que no corre, y eso, con lo que llovió. Nace cerca de Paderne, a no escasos kilómetros. Pero este río de pocas escorrentías agoniza en el estío en los llanos de a Rabeda, entre Pereira y Calvos, donde se imaginó una gran laguna con su consabida leyenda de ciudades asulagadas o princesas presto a ser desencantadas. 

Avistando la estación ferroviaria de Taboadela, hoy base de contenedores de basura de Sogama, que depositan los camiones para viajar diariamente en tren hasta la gran central de reciclaje, me doy de bruces con la gran casona que fue mesón, hoy en desuso, perteneciente en su día a antepasados, cuando era de obligado paso de carromato y diligencias, con cambio de postas y hospedaje para los que iban a Allariz, Xinzo o Verín o atravesando los puertos de A Canda y Padornelo se metían en Castilla. Por Torán que aún conserva torre sin almenas, y más adelante Mingarabeiza, solar de los Babarro-Arias, casona que engrandeció su patriarca Marcial, al que sobreviven dos hijos Lola y Carlos, que ejerce en varias parroquias y que a su edad no imaginaría uno, ni nadie, en cazatas o pescatas. Camino de San Xurxo, cementerio donde el apellido de tan corriente, que numeroso, me topo con Outeiriño, una aldea intermedia en el camino; paso por Santa Leocadia (Ladiña); se puede acometer durísima subida desde allí que te deja en Casdemendo donde dos colegas y por demás amigos, Julio Mosquera y Manolo “Lanchas”, más que para vivir, reconstruyeron alguna casa de campo; de paso a Currás recuerda uno boda de pariente, que de tan pequeño  había que ponerle una banqueta cada vez que los flashes entraban en acción, como a Franco, me contó el ordenanza encargado, se le colocaba escabel en el balcón diputacional, y desde aquí, por ahora asfaltado camino, a Vilanova desde donde, bajada por interior pista a Outeiro Calvo, el del famoso caso del niño arrebatado por el lobo, que nunca se comprobaría si lobo o can asilvestrado. Bajada precipitada por entre alcornocal, pasada del río de Pontón, que no Barbañica, que aun medios como éste hasta la saciedad repiten; en las inmediaciones de la aldea, subida a Cima de Vila, de Barbadás, para continuar a la vera de un río que en la gran riada del 45 dejaría enormes penedos, dibujados por Vicente Risco en su andanza con Ricardo Outeiriño, dos días después de la avenida, que por años duraron mientras algún cantero no tuvo necesidad de su aprovechamiento. 

Así, en pedaleo donde antes camino, tras Valenzá, paralelo al río, que podría ser magnífico paseo de jóvenes familias y su prole, si el otrora alcalde Freire, nosotros andantes, a pesar de nuestras advertencias de que mejor camino de tierra para tranquilos paseos que asfaltado para autos, desoyéndolas, envió las diputacionales máquinas para el “progreso”, insensible a una creciente población que demandaba más espacios públicos…aunque se fueran creando otros. ¡Ay de esos políticos qué solo atienden al voto! 

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